Entre dos fuegos

Los neoliberales han perdido la fe en el Estado del bienestar. Y la izquierda defiende unas medidas que supondrían su hundimiento

Een septiembre de 1940, cuando los nazis parecían a punto de conquistar Inglaterra y ganar la guerra, Irlanda era un país neutral. Tenía un pequeño ejército de unos 10.000 hombres. Un día, los servicios de información descubrieron que tanto los ingleses como los nazis tenían planes para invadir la isla. El ministro de Defensa reunió a los jefes militares y les anunció que en cualquier momento esperaban una invasión que podía llegar tanto desde Inglaterra como desde Alemania. "¿Y qué debemos hacer si nos invaden los dos a la vez?", preguntó uno de los oficiales. "Luchar contra los dos", repuso el ministro. Todos los jefes militares estuvieron de acuerdo: "Muy bien, eso haremos". Eran sólo 10.000 soldados mal armados contra dos de los ejércitos más poderosos del mundo, pero aquellos hombres no lo dudaron ni un instante. Si los invadían dos potencias enemigas a la vez, lucharían contra las dos. Eso mismo, por cierto, fue lo que hicieron los polacos en 1939 cuando su país fue invadido a la vez por Hitler y Stalin, los dos grandes genocidas del siglo XX (aunque nuestra bobalicona izquierda sólo considere genocida a Hitler). No es casual que Irlanda y Polonia sean los países europeos donde se ha escrito la mejor poesía del siglo XX.

Digo esto porque los defensores del Estado del bienestar en Europa viven -vivimos- momentos muy parecidos a los que vivieron los polacos y los irlandeses en los primeros días de la Segunda Guerra Mundial. Una gran parte de la derecha neoliberal ha perdido por completo la fe en el Estado del bienestar y en el fondo desea su desmantelamiento. Y en el lado contrario, la izquierda más dogmática que representan Podemos y Pedro Sánchez defiende unas medidas tan intervencionistas -aparte del blindaje de los derechos sociales incluso para los innumerables refugiados que vayan llegando- que en el fondo también supondrían el hundimiento del Estado del bienestar, simplemente por falta de recursos y por agotamiento económico.

Y en medio están -estamos- los que no comulgamos con ninguna de las dos visiones porque nos parecen igualmente simplistas: ésos que vivimos atrapados entre dos fuegos, ya que unos nos llaman "socialistas anticuados" y otros nos acusan de ser "neoliberales fascistoides". Nos da igual. Como los irlandeses de 1940, también estamos dispuestos a resistir.

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