Torre de los espejos

Juan José Ceba

El humor como ternura

UN cáncer de mama devorador se llevaba a Ana, mi esposa, quien conociendo de cerca el curso funesto de la enfermedad, se entregó con mayor pasión a la raíz más fuerte de su entusiasmo: el cambio de mentalidades desde laEducación.

Cada mañana, mi dolor ilimitado (no visible, que cavaba en silencio, con celeridad, como las termitas, dispuesto a derrumbar el edificio interior que me sostenía) encontraba en mi Colegio todas las razones para apaciguarse.

Y entre ellas, la de mayor peso y solidez, venía de la mano de mi amiga y compañera Basi, maestra prodigiosa y mujer de un encanto y una alegre irradiación, que transmutaba cualquier pena de sus alrededores en una esperanza sostenida, desde su inagotable manantial de gracia.

De manera consciente, su humor fue la ternura solidaria que, cada jornada, deshacía al instante las nubes cargadas del drama. El poder de su comicidad y de sus chistes, con salidas insólitas, eran el vendaje curativo de una inteligencia y una humanidad desvivida en los otros. Su presencia era siempre el rompeolas de todo sufrimiento.

Lo que hizo por mí fue de una delicada belleza interior y de hermanamiento en el dolor.

Poco tiempo después de la muerte de Ana, los médicos descubrieron que, nuestra amiga Basi, estaba asediada, de igual forma, por un cáncer de mama.

Su jovialidad, que era fuerza de vida, no conoció el derrumbe, a pesar del sufrimiento que le causaba el avance de la enfermedad. Su tiempo continuó llenándose con el encanto de historias y anécdotas divertidísimas, que derramaban la bendición y el bienestar de la risa entre los de su corazón. Así hasta su muerte.

El humor, su humor de buena sombra verde y fresca cargada de racimos, fue una forma de abrazarnos a todos, la manera en que su sensibilidad fue creciendo para hacernos habitables los días, ahuyentando los pesos de la angustia y, aligerándonos hasta del propio dolor de su muerte a la espera.

Ahora que la recordamos en su Centro, en el libro "Basi, la alegría de vivir", sabemos que su memoria es engendradora de una sabiduría de la existencia, donde la risa cura el alma y da sosiego y dimensión de vuelo sobre cualquier herida o desesperación.

Nos enseñó a quitarle hierro y a destensar las penas y preocupaciones de cada día. A llevar al trabajo una actitud de gracia, ingenio, abundancia y agudeza de humor y, a encontrar en la espontánea intervención de los niños el oro del donaire, la invitación genial para la carcajada. Su humor es la ternura que nos queda para ahuyentar las sombras.

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