NUNCA mejor dicho. Esta expresión se utiliza en Argentina, para referirnos a que uno se ha quedado dormido, ido, entontecido, ausente; que no está en lo que tiene que estar. Y eso es lo que le sucedió al Getafe en esta final de copa, tuvo esos 10 primeros minutos fatales, y cuando vino a reaccionar, ya tenía dos goles en la canasta. Se los hicieron en el vestuario, y casi entró a la cancha con esa desventaja. Y si contra el Bayern nos dio una clase de cómo se encara un partido, descontando por razones obvias el empate a tres; en el Calderón hizo todo lo contrario. Enfrente tenía a un viejo campeón de todos los pesos, a un toro herido en su orgullo, a un ex equipo, que sólo necesitó de un gancho y un uppercaut, para noquearlo. Los grandes jugadores no se pueden olvidar de jugar al fútbol, y si no, esperemos ver a Ronaldhino con otros colores y dentro de un campo. Por eso Baraja, sigue siendo el que me deslumbró hace varias temporadas, a Marchena le da igual jugar en su cancha o en cualquier otra, y a Morientes no se le olvidó, donde quedan las porterías. Si a eso le sumamos que Silva, Villa y Mata, en un buen día te arman un despelote, quedarte dormido equivale a suicidarte. Y al Geta le pasó eso; a lo mejor se emborrachó de elogios, tal vez pensó que no podía volver a perder una final, o lo apichonó la presión, lo cierto es que se vuelve a quedar con las manos vacías. A partir de aquí a los que nos gusta el fútbol, (y no la lucha libre o el atletismo que practican algunos equipos) se nos vuelve a plantear la disyuntiva: ¿sirve de algo jugar bien y no ganar?, porque si bien siempre he defendido que "el que juega bien a la larga gana", tampoco soy un boludo al que le gustan los lujos y perder cuatro a cero; el síndrome de la naranja mecánica, un equipo que ha pasado a la historia, entre otras cosas, por haber perdido dos finales del mundo de forma consecutiva. Ahora al Getafe le queda reaccionar, y continuar trabajando, para quedarse en primera, por derecho propio.