Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

Todo lo malo

Hay días en los que se tiene la desoladora sensación de que todas las noticias de las que puntualmente nos informan los distintos medios de comunicación son extremadamente duras y que poco o nada hay de bueno en lo que ocurre a nuestro alrededor. Es el caso de los últimos días, la lamentada muerte de Leopoldo Calvo-Sotelo que ha tornado a la democracia española de un riguroso luto, las novedades que se conocen a diario sobre el horror del monstruo de Amstetten, el aniversario de la desaparición de Madeleine McCann o el siempre cruel número de muertos en carretera tras un puente como este del 1 de mayo. Y si a estas noticias unimos otras también lamentablemente continuas como las de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, las revueltas, guerras y violencias crónicas que se viven en los puntos calientes del planeta, el hambre endémica y los desastres ecológicos permanentes, la realidad nos desborda por su maldad o por la desgracia que de manera constante nos acechan.

Desde el punto de vista informativo, los noticieros televisivos se han transformado casi en su integridad en una extensa página de sucesos, a veces aderezada con algún que otro nacimiento de oso panda o tigre blanco, aunque, no contentas con ello, las cadenas de mayor audiencia siempre dedican algún que otro programa diario a machacarnos con las tragedias que nos apuntan los telediarios y con otras de nuevo cuño, que de estas noticias siempre están rebosantes las redacciones.

No sería lógico permanecer desinformados y al margen de la realidad, por muy cruel que ésta sea, pero el suceso sensacionalista bombardeándonos de continuo lleva inconscientemente a una insensibilidad generalizada ante el horror, sólo rota por sucesos de maldad extremadamente refinada como la de Josef Fritzl o la del asesinato de Mari Luz.

Comemos entre ataúdes, llantos, muertos ensangrentados cubiertos con ese odioso plástico dorado, masacres con hombres-bomba, violencia en las aulas, en el metro o contra indigentes inmortalizada con móviles o contamos como de si de una simple cuestión de números se tratase la trágica realidad de las mujeres asesinadas por la violencia de género. Es altamente positivo que la sociedad reaccione activamente ante tanta crueldad, el excesivo respeto por no inmiscuirse en lo que pasa tras unas paredes en las que se oyen gritos y lamentos debiera no prosperar en un pueblo como el nuestro, siempre humano y preocupado por los demás. El no querer saber nada de los problemas ajenos propicia más aun que los noticieros sensacionalistas que una sociedad se convierta en fría e insensible ante el dolor del prójimo. Todo malo.

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