República de las Letras

Una máquina en navidad

A las ocho de la mañana del día de Navidad, cuando uno se dispone a recuperar el sueño, la máquina con su ruido infernal

Sí, la Navidad es entrañable. Es familiar, tradicional y, si no la hubiesen convertido en una pura campaña de ventas y compras, se podría decir que es sobre todo hogareña. Pero no me quiero poner reivindicativo, que este es tiempo, dicen también, de Paz, Fraternidad y Amor. El caso es que en Nochebuena, con la cena, la cerveza, el vino bueno, los turrones y todo eso, y con los villancicos de siempre acompañados a la guitarra mal que bien, y luego los recuerdos familiares, los chistes de cuñaos y demás, acabamos siempre a las tantas. El día de Navidad, como todo el mundo sabe, es de resaca, dolor de cabeza, el cuerpo hecho una papa y maldita la gana de hacer nada de nada. Se comen las sobras de la Cena de Nochebuena, se recuentan las botellas y se queja uno de la cantidad de copas de anís que se pudo tomar, y se hace el firme propósito de que, en cuanto el cuerpo recupere su normalidad, aquí se han acabado las cenas bárbaras, los dulces, las comilonas y la cerveza, sobre todo la cerveza: ¡ay, esa que llaman curva de la felicidad, que no es más que una hermosa barriga cervecera! Y no sé qué tiene el día de Navidad que hay años que a la gente le da por hacer las cosas más inverosímiles.

A las ocho de la mañana del día de Navidad, cuando uno se dispone, después de todas estas disquisiciones tan importantes y de otras inconfesables aquí, a recuperar el sueño, a componer ese cuerpo y ese ánimo tan descompuestos a hora tan intempestiva de tan señalado día… Lo dicho: hay una mano negra que se dedica a joder la Navidad. Un año fue uno que me toca a la puerta, le abro pensando que podía ser alguna alarma y va el capullo y me dice que se le ha cerrado la puerta del piso de abajo con la llave dentro, que si le dejo descolgar por el patio a un niño que traía para que abriera desde dentro. ¡Joder, claro que no! ¡Qué horas, qué día es este para todo eso! Y este año ha sido la dichosa máquina de barrer.

Oiga, ¿es que tiene que pasar la maquinita, con ese ruido infernal que hace, hasta el día de Navidad a las ocho de la mañana? ¡Y anda que pasa una vez: pasa por lo menos cuatrocientas! ¿Pero es que la calle no puede pasar sin barrerse ni en Navidad, por muy camino que sea hacia la sede de la Alcaldía? Además, ¿ese tío, qué va, a destajo? ¿Es autónomo? ¿Le han castigado o algo así? ¿Y por qué no le pone un buen tubo de escape a la dichosa maquinita, que no haga tanto ruido?

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