Carta del Director/Luz de cobre

La mesa, que fue, de las infraestructuras

Todos ellos han sido tancredos de la firmeza, inasequibles al desaliento, liliputienses frente a los gigantes de la presión

T RES años y medio después, la Mesa de las Infraestructuras se reunía la semana pasada, tratando de reverdecer viejos laureles, recuperar el lugar que la del Tren les ha ocupado por trabajo, coraje, consistencia y responsabilidad o, simplemente porque sin elecciones a la vista, sus responsables han visto una oportunidad de diálogo sin "molestar" a las administraciones más de lo necesario.

Con estos antecedentes y con la credibilidad bajo mínimos, no me extraña que el PSOE llegara a la reunión con el "cuchilloentre los dientes" y que el Partido Popular no tolerara ni el más mínimo desdén o crítica por parte de nadie. Flaco favor el que se hacía a un ente que tanto ha hecho por la defensa de las carencias, especialmente en materia de agua, comunicaciones y energía, de esta provincia.

Lamento y siento rabia contenida al comprobar como aquellos que la forman, o los que tienen la potestad de convocarla, no han querido, no han sabido o no les han dejado, ejercer su trabajo con la firmeza, el criterio, la defensa de la tierra y la responsabilidad que da tener la verdad de su parte. No han honrado el legado que en su día les dejaron José Antonio Picón, Francisco Martínez Cosentino, Miguel Santaella o José Antonio Flores. Todos ellos "tancredos" de la firmeza, inasequibles al desaliento, liliputienses frente a los gigantes de la presión, inagotables en paciencia y generosos a la hora de poner la otra mejilla cuando la que tienen en permanente exposición se la habían partido. Espectáculo triste el que ofrecieron los dirigentes socialistas y del Partido Popular ante los medios de comunicación, con el presidente de la mesa perplejo, en lo que entiendo fue la muerte definitiva de un ente que jamás debía haber permitido que la politización lo acabara matando.

La provincia necesita, a pesar de los avances que ha experimentado en todos los campos en los últimos 30 años, de organismos capaces de enarbolar la bandera de la reivindicación, apartando a un lado la defensa de los intereses propios y trabajar por los comunes, por las muchas cosas que nos unen y no por las que nos separan. La razón es bien sencilla: todos, sin excepción, queremos lo mejor para esta tierra, aunque se difiera de los tiempos, las inversiones o la ejecución. Quisiera equivocarme y pensar que todo ha sido un calentón a destiempo, propio de cotidianidad que nos consume. Espero ver en poco tiempo, cuando el Gobierno tenga a bien presentar los presupuestos, una nueva reunión en la que las aguas vuelvan a conducirse de forma razonable y en el que el punto de vista del contrario sea entendido como un elemento enriquecedor, nunca como un exabrupto o el deseo de buscar un titular de prensa efímero. Ahí el papel del presidente de la Mesa se me antoja fundamental y clave en el devenir futuro de la Mesa y de sus reivindicaciones.

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