Un nuevo Velazquez

El descubrimiento de un nuevo cuadro de Velázquez es, para todos los que amamos su obra, un motivo de alegría

El descubrimiento de un nuevo cuadro de Velázquez es, para todos los que amamos profundamente su obra, un motivo de alegría, el hallazgo de un tesoro valiosísimo. Hace pocos días supimos de un Velázquez desconocido, recién restaurado y preparado para su venta en una subasta de Madrid próximamente, en poco más de una semana. Lo atesoraba una familia sin conocerlo. Se trata de un cuadrito maravilloso; un retrato de una niñita de medio cuerpo, con las manos juntas en actitud orante. Por técnica y estilo corresponde al primer periodo del pintor, cuando reside en Sevilla recién casado con Juana Pacheco y trabaja principalmente para la Iglesia. Es una época mal documentada y de la que nos han llegado muy pocas obras, lo que hace aún más importante, si cabe, este nuevo hallazgo. Estilísticamente, es muy próximo a obras como la Inmaculada de la colección Focus-Abengoa y está pintado con una delicadeza y poesía verdaderamente extraordinarias. En la sala de subastas dudan de su iconografía, entre un retrato o una Purísima niña, cosa por lo demás habitual en Velázquez, pues sus temáticas religiosas no ocultan el naturalismo de los modelos que le posan; actitud muy caravaggiesca, por otra parte, tan característica de esta primera época. La niñita, de unos tres años, mira al espectador con sus grandes ojos, profundos, y se mantiene quietecita, obediente, mientras posa para el pintor, quizá su padre. Sabemos que Velázquez tuvo dos hijas, poco después de su casamiento con la hija de su maestro. La primera, Francisca, nace en 1619, y la segunda, Ignacia, en 1621. Esta última falleció muy pronto, hacia 1623, cuando sus padres se instalan definitivamente en la corte madrileña de Felipe IV. Es muy probable que la modelo del cuadro sea, por tanto, la primogénita del pintor, y la fecha de ejecución de la obra hacia 1621 o 1622. En todo caso resulta maravilloso comprobar -si se trata de una Inmaculada niña- como Velázquez trata los temas religiosos ya desde esta primera época, despojándolos de toda retórica o artificio. Si no fuera por la postura de las manos, sería un retrato sin más de una niña pequeña, pues no hay el menor rastro sobrenatural en la figura y su vestimenta es la de la época. Realista por antonomasia, Velázquez no creía en los dioses, fuesen mitológicos o cristianos.

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