DESDE la distancia el nuevo Gobierno de Zapatero parece igual que cuando se le observa ya de cerca: Zapatero en estado puro. Es decir, ductilidad para aprender de la experiencia y sacar consecuencias del fracaso y, a la vez, audacia e innovación hasta bordear la temeridad.

Lo primero ha supuesto la continuidad de los ministros que han funcionado como el núcleo duro del poder socialista: Fernández de la Vega, Solbes y Rubalcaba. De ahí se han caído Caldera -sorprendentemente- y José Antonio Alonso, aunque éste sigue integrado en el centro de mando del zapaterismo como portavoz del grupo parlamentario socialista. Los tres que se han quedado garantizan que no habrá insensateces en el tratamiento de la crisis económica y en la lucha antiterrorista.

Lo segundo atraviesa el Ejecutivo de cabo a rabo. Zapatero es audaz, renovador y vanguardista cuando coloca a su íntima Carmen Chacón, catalana y pacifista, como la primera ministra de Defensa en la historia de España (ella ha tenido que guardar el secreto durante un mes); cuando nombra más ministras que ministros, también por primera vez en la historia, secundando el ejemplo de Manuel Chaves en la Junta; cuando sitúa al frente del Ministerio de Igualdad a Bibiana Aido, la ministra más joven de la democracia, y quizás de siglos, con 31 años y una corta trayectoria en la gestión pública; cuando atribuye el Ministerio de Vivienda, por recomendación de su gran amigo y hombre de absoluta confianza Miguel Sebastián (más influyente él mismo de lo que sugiere el departamento de Industria que ha logrado) a una militante socialista de 2003 cuyo único cargo ha sido el de concejala de la oposición en Madrid durante siete meses; cuando crea dos nuevos ministerios y reordena competencias de otros asignándole la gestión del Medio Ambiente a la que hasta ahora era ministra de Agricultura y Pesca y lo seguirá siendo con otro nombre (Medio Rural y Marino). Si esta mujer, Elena Espinosa, consigue conciliar los intereses de los agricultores y los intereses medioambientales, será de Nobel. Con el nombramiento de Celestino Corbacho como titular de Trabajo e Inmigración reaparece, en cambio, el Zapatero que aprende de los errores y persigue la sensatez. En este Gobierno hay una mezcla de todo lo que Zapatero significa y quiere ser.

A los veteranos los conocemos y sabemos qué pueden dar de sí. Con los nuevos y las nuevas no caben los prejuicios de ninguna clase. Ni la edad ni el sexo ni la biografía política ni la ideología garantizan que uno vaya a hacer el trabajo de ministro extraordinariamente bien ni rematadamente mal. Habrá que vigilar y esperar. Por sus obras los conoceremos. Como diría ZP, a todos y a todas.

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