IMAGINARIO

José Antonio Santano

La opositora

REALMENTE y aunque he decidido que sea una mujer la protagonista de esta historia, bien podría haber sido un hombre. Creo, sin embargo, que no está mal que sea una mujer quien tome las riendas del teclado y pulse cada una de las teclas que lo componen para contar su propia historia. Ya sé que se corre el peligro de ser tachado de oportunista, por no decir otra cosa.

Da igual, después de todo la libertad de expresión es un derecho inalienable. Lo cierto es que Almudena, así se llama ella, es una de esas chicas que siempre tuvo claro -antes incluso de iniciar sus estudios universitarios de Derecho- qué quería ser. Y comenzó su andadura, no exenta de obstáculos y malos momentos, con la esperanza de alcanzar la meta que se había propuesto.

Muchos fueron los días y las noches de estudio, incluso los fines de semana, pues tenía la convicción que, sólo así y por mucho que le pesara no salir a tomar unas copas con los amigos, llegaría a sentirse satisfecha por el deber cumplido. ¡Los años pasan muy aprisa! -solía decirse-, y esta interiorización del esfuerzo y la dedicación le valieron la recompensa deseada.

Finalizada la carrera, había obtenido el mejor expediente académico de su promoción. Estaba contenta, no puede negarse que así era, pero algo dentro de ella revelaba un cierto desasosiego, cierta incertidumbre. Durante todos los años de carrera había huido de la fácil y superficial. Para sus años, Almudena era todo una mujer, en el más amplio sentido de la palabra. Siempre admiró a las personas que alcanzaron sus metas trabajando, con esfuerzo y dedicación, y no soportaba a esos niños de papá que todo lo conseguían con el dinero.

Almudena es premiada y reconocida con alguna beca postgrado, pero en su corazón y en su mente sólo existe un objetivo, quiere ser jueza. Decide entonces recomponer su vida de nuevo.

Sabe que alcanzar la judicatura no será nada fácil, que muchos quedaron en el camino y nunca más se levantaron, que cambiará radicalmente su vida, que al menos unos años tendrá que estar dedicada en cuerpo y alma al estudio, que será como entrar en una clausura no menos rígida y sacrificada que la de un convento, que deberá prepararse psicológicamente, y que una vez iniciado el camino, no hay retorno que valga, nada de marcha atrás, aunque sean muchas las lágrimas o los momentos de angustia y desesperación.

Pero Almudena está ahí, ella sabe bien que lo conseguirá y cuando llegue ese día sonreirá dulcemente, pues es mujer sensata y humilde, que nunca gustó del alboroto o alharaca.

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