Cambio de sentido

Una paciencia salvaje

'Feminismo' no se puede escribir en singular, ni 'feminista' únicamente en femenino

La del santo Job hay que tener: Almería, 12 de marzo. Carrera Solidaria de la Mujer. Entre los regalos por participar, tu bote de quitagrasas bueno. Santa Cruz de la Palma, 13 de marzo. Un concejal afirma que no hay mujeres importantes en la ciudad que merezcan una calle. Lo que sin duda hay, a almorzadas, es munícipes que cada vez que hablan dan las doce. Como aquel alcalde de Carboneras que dijo a una concejala: "¡Cállese cuando hable un hombre!", o aquel de Alcorcón que tildó a las feministas de amargadas y fracasadas. (Para algunos, feminismo es una palabra gafe; es decirla y se les corta la mayonesa). "Una paciencia salvaje me ha traído hasta aquí", escribía Adrienne Rich. Y la que vamos a tener que seguir echando.

Hablaba también Rich del "tumulto interior de la mujer que se rebela", de la revuelta profunda que supone cuestionar tantas reglas no escritas, subyugantes y asumidas históricamente. El cuestionamiento es el mismo; las respuestas, distintas. De ahí que feminismo no se pueda escribir en singular, ni feministaúnicamente en femenino. Hay feminismos de la igualdad y feminismos de la diferencia, y feministas a favor y en contra del burkini, la epilady, las costaleras, el vientre de alquiler, la cuota, la prostitución, los pornochachos, las sargentas, la poliandria, los cuidados o la forma de afirmarse -o de negar- el poder. En esto último, de poco sirve que quien ostente el inquilinato de La Moncloa o La Casa Blanca sea una mujer si habita sólo de boquilla en su tumulto. A Isabel Escudero, que se me ha muerto como el rayo, le gustaba voltear el término "liberación de la mujer": debiéramos liberarnos las mujeres de "la Mujer", desmontar el ideal y su desdicha, y andar por fin concretas y campantes.

De las féminas que escribimos o hablamos en público se espera que tratemos poco más que de este asunto. Los discursos públicos de las mujeres han estado durante siglos limitados a hablar de la mujer. A esta autoexclusión una se niega; pero como aquí les vengo yo a charlar cada vez de todo un poco, hoy clamo urgentemente por las mujeres. Que esto va a lo Sampatrás. En los años 20, Jacinto Benavente se negó a conferenciar en el Lyceum Club Femenino. Dijo que él no hablaba "a tontas ni a locas". A las "liceómanas" se las acusó de "ir en piernas" y no tener "ni virtud ni piedad". 90 años después, Rusia pretende que no sea delito pegar a la mujer "una vez al año". Como dijo la Repompa, "Dios mío, dame pacencia". Que yo pongo lo demás.

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