SE especuló muchísimo en su día con la victoria del Almería B sobre el Roquetas por 2-4. Entre la anécdota y el hecho real, volvió a ocurrir el pasado sábado. Aunque el desenlace fuera parecido, los actores del drama no eran los mismos.

En Roquetas brotaron dos maravillosos goles, dos tantos de ensueño por los que mereció la pena sufrir el encuentro. Fueron del Adra, de una sociedad de cazadores, la formada por Pigui y Miguel. Es verdad, al Roquetas le anularon un gol, con la mano.

Entre dos equipos disciplinados y cuidados como pocos, Pigüi se metió a carterista por fortuna para el Adra y para desgracia de un Roquetas que tuvo la victoria en sus manos con doce disparos a portería y ocho saques de esquinas consecutivos.

Eso sí, el pingüino actuó como un ladrón fino, con clase, de esmoquin y pajarita, y rescató al conjunto abderitano no sólo de la derrota, sino de una posición muy cerca del sótano de la Liga.

Parece increíble que en ese estado de orgasmo futbolístico apareciera otro diamante, un segundo gol abderitano perfecto entre el centrocampista de moda; Antonio Muley, que buscó a Miguel al primer toque y el romano, burló a Javichu para marcar a portería ante la salida de Toni Bernal. Fue un tanto musical. Lo tuvo todo el 0-2: velocidad, calidad, armonía, sincronización y toques sutiles.

Se esperaba, y se confirmó, a un enemigo férreo y ordenado, azuzado por la experimentada vara de mando de Ramón Florit, un sargento de hierro que conoce cómo agrupar y motivar a las tropas para empotrar al Adra en la segunda parte hasta el fondo de la cueva. Pero al Roquetas, que continúa como líder indiscutible, le faltó tino, sólo eso.

El Adra ganó tres puntos de oro en su lucha por evitar el descenso y aún le dejó al Roquetas el alma y el rugido. Seguid especulando y enfadareis al león. Cuidadín.

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