Carta del Director/Luz de cobre

Ya pasará...

El grito de de decepción tras la visita del ministro de Fomento a la provincia seguramente se escuchó hasta en Moncloa

El presidente del Gobierno tiene bien merecida fama de tranquilo, o al menos de cara al exterior no expresa con vehemencia opiniones de las que luego pueda arrepentirse. Al contrario. Ejerce de Don Tancredo en tantas ocasiones que aburre al contrario y sale triunfador por agotamiento de su oponente. En los últimos casos de corrupción, que alcanzan de lleno a su partido, ha vuelto a hacer gala de esa flema que le caracteriza, con una nueva frase para la historia de la política española y su curriculum particular. "Es una situación coyuntural, que pasará, igual que han pasado otras tormentas". Y ahí sigue.

Valga esta introducción para situarnos en los problemas de infraestructuras que padece la provincia de Almería, especialmente en materia ferroviaria, y en cómo el Gobierno de Rajoy en los últimos cinco años ha ido prometiendo una y otra vez mejoras, que nunca llegan, a la vez que capea con la misma "pachorra" los momentos más virulentos de presión de la sociedad almeriense. Ya pasará..., deben pensar aquellos que nos representan. Y tanto que pasa. A los hechos me remito. Hace un mes, coincidiendo con el viaje a Bruselas de los responsables de la Mesa del Ferrocarril y con la visita del ministro de Fomento a Almería, Íñigo de la Serna, se producía uno de los momentos más preocupantes para los dirigentes de esta fuerza política en la provincia. Por primera vez en muchos años se sentían débiles, vulnerables, acosados por la fuerza de la razón de aquellos que piden con vehemencia que Almería dejase de ser la gran olvidada.

Llega el ministro un día antes de que se presenten de forma oficial los Presupuestos Generales del Estado, se reúne con algunas de las organizaciones más representativas de la ciudad y trata de serenar ánimos, de aplacar tensiones, anunciando el final de los trabajos del AVE para 2023, aunque no habrá obras ni dinero en dos años. El grito de decepción seguramente se escuchó hasta en Moncloa, pero imitando la actitud del propio presidente del Gobierno, sólo se trata de esperar a que deje de llover "al igual que han escampado otras tormentas".

Y así ha sido. Treinta días después la vida sigue en esta tierra, la presión mediática, empresarial y social ha bajado de forma considerable y el recuerdo de las obras no hechas, de las promesas incumplidas, se ciñe sólo a pequeños disparos, con munición de fogueo, que no espanta ni a los gorriones, acostumbrados a cambiar de rama cuando se les ahuyenta de la cosecha, sabedores que pasado el fragor inicial, regresarán a comer con la normalidad de siempre.

Y es que todavía no hemos sido capaces de mantener la tensión en el tiempo. Presión que sólo se consigue con criterio, con unidad y soportando las presiones, que no todos están en disposición de aceptar y salir sin rasguños del intento.

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