La tapia del manicomio

Tenemos lo que pedimos

La tentación de creer que todo lo pasado fue mejor, de vez en cuando da la sensación de que es verdad

La tentación de creer que todo lo pasado fue mejor, de vez en cuando da la sensación de que es verdad. Como si se alinearan los astros y los hados de tal manera que, por ejemplo, hablando de políticos, parece que hubo una generación áurea en los tiempos de la Transición española, que algunos creen prehistoria pero nosotros la vivimos ya bastante talluditos, hasta con hijos. La pareja Adolfo Suárez - Felipe González ahora la tenemos como ejemplo de alta política, logros decisivos y prestigio de España en el mundo. Sus nombres se citan con admiración, pero en su momento les dábamos cera hasta en el cielo de la boca, los poníamos a caer de un burro (y de hecho, a los dos los defenestramos en su momento y con bastante desprestigio mediático y popular). Echando un vistazo a lo que ocurre por esos mundos, tenemos la misma impresión: si comparamos la figura de Churchill con la de los que le siguieron -Tatcher, Blair, por elegir solo dos de los más notorios- nos parece claro que hay una clara decadencia, hasta llegar ya al mínimo posible que supone May (confiemos que sea de verdad el mínimo posible). Otro preclaro ejemplo es el de Estados Unidos. Sin irnos muy atrás, las figuras de Roosevelt, Eisenhower o Kennedy aparecen como mucho más relevantes que la mayoría de los presidentes posteriores. Y, desde luego, la cuesta abajo casi perfecta ha llegado al fondo con Trump. Aunque ya veremos, porque igual que pasa con las crisis, cuando se llega al fondo del pozo no hay que creer que ya se ha acabado lo malo: siempre se puede cavar un hoyo en el fondo del hoyo para llegar más abajo.

También cabe que esta sensación de deterioro esté estrechamente ligada a nuestra natural decadencia, efecto del paso de los años, que nos hace ser más escépticos y desesperanzados (esta segunda inocencia que da en no creer en nada). O a lo peor no, también cabe que los políticos actuales sean así porque así es la sociedad actual: los ciudadanos somos menos dados a transcendencias, tenemos actitudes más "ligth" y más pedestres. En estas circunstancias, seguramente los políticos no hacen otra cosa que atender a lo que demandamos. Aunque para pedestres, estas reflexiones, fruto de nuestra acendrada afición a la sociología de bordillo de acera, ayuna de ciencia y hasta de estadísticas.

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