Uno de los aciertos del ensayo de Javier Cercas sobre el golpe del 23-F, Anatomía de un instante, fue establecer el núcleo de la acción en lo que llamó "el pequeño Madrid del poder". Esa fuente de calor alimenta la olla a presión que es la capital del Reino. Gran parte de las luchas cainitas de la política nacional son peleas del oso con el madroño. Por citar el último ejemplo, las pugnas de Pablo Iglesias con su troncoÍñigo Errejón. Este ensimismamiento de Madrid consigo mismo le hace perder eficacia y se extiende a los medios de comunicación, para los que no hay más Reyes Magos que los de Carmena y para los que la contaminación capitalina merece la mitad de un telediario.

Desde Madrid, TVE hace el resumen de la prensa española con lo que llevan los diarios de la Villa y Corte, Barcelona, País Vasco y Galicia, como si eso fuese todo. Está hechizado por su propia importancia más de que lo que estuviese nunca Carlos II, y así tenemos que soportar cualquier chalaura madrileña como una feliz ocurrencia. Un director de El País me reconoció una vez que para los llamados medios nacionales España termina en la Puerta de Alcalá. Lo que establecería un perímetro muy angosto para ese pequeño Madrid del poder.

Hay más ejemplos posibles. Mientras en la prensa francesa la información agraria es una sección fundamental, para los diarios hispanos la agricultura es una maría, trámite que despachan con colaboraciones semanales externas. Porque Madrid no es agrícola. Aquí es impensable que un ex ministro de Agricultura termine en La Moncloa, mientras allí llegan a presidentes o a primeros ministros, como Chirac o Rocard.

Establecido este principio, sería menester que en la periferia no se copiaran semejantes males centralistas. Porque hay también una pequeña Sevilla del poder. Sin ir más lejos, los cinco presidentes de la Junta de Andalucía han sido licenciados en Derecho por la Universidad de Sevilla, ciudad en donde se criaron todos. Y, por hablar de un desliz propio, el presidente de una cámara de comercio ha reprochado con razón a este cronista que hiciera extensiva a las otras trece de Andalucía mi crítica sobre la falta de representatividad de la sevillana.

Esa pequeña Sevilla del poder se duele a cada traspié: el último ha sido la adjudicación de la terminal ferroviaria de Majarabique (Sevilla) al Puerto de Huelva, segunda potencia portuaria regional tras Algeciras. Sólo se presentó Huelva al concurso. Hoy publica el director de Diario de Sevilla un artículo en el que concluye que Sevilla necesita hacer autocrítica para no cometer los mismos errores una y otra vez. El freno lo tiene dentro -sostiene-, en las instituciones de las que se ha dotado.

Necesitamos menos compadraje e indolencia; abrir el espacio de poder a ámbitos más modernos. Y a otros territorios.

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