Una pesetica para la maya

Lástima que esa divertida y entrañable tradición también se haya perdido en los vórtices del tiempo

Por más que las cruces de mayo hayan echado ya el cierre fuera de estas fronteras indalianas, aquí nos pasa como con el entierro de la sardina, que una semana después de que otros la hayan colocado bajo tierra nosotros todavía la vamos paseando para que se airee. De modo que, por si no nos dio tiempo a contemplarlas en todo su esplendor, aun tendremos un fin de semana de propina para quedarnos bien con la copla. Que no se diga que a generosos nos gane alguien. Bueno, a generosos no sé, pero a cutres seguro que no, en vista del esmero puesto en algunos altares dedicados a esa cruz primaveral y florida, que más bien asemejan a naturalezas muertas, pero muertas re-muertas, nunca mejor dicho. ¿Quiénes serán las ilustres mentes pensantes a las que se les ocurre montar una cruz de plástico? De una clase infantil de manualidades me cuadra. Como idea de vanguardia o desafío y protesta ecologista sería arriesgado, pero igual se aceptaría pulpo como animal de compañía. Pero de la mano de agrupaciones que sólo dos semanas antes se desvivían por florear maderos me parece de un descuido reprochable, por no decir de una dejadez rayana en la falta de consideración y hasta de respeto. Si, como viene siendo la norma cada vez con más desparpajo, lo que cuenta es hacer negocio, vale ya de tanto disfraz y dejemos de usar reclamos tradicionales y patrimoniales como excusa para hacer caja. Si ni siquiera vamos a prestar atención y cuidado al elemento que da razón de ser al evento o el festejo, más honesto sería darle otro nombre al invento y sacarnos de la manga la fiesta del quiero vender cerveza y tapas de arroz porque ya es primavera en El Corte Inglés, o porque ha dejado de llover y empieza el calor, o porque me da la real gana y nada más que alegar, señoría. Qué poquito nos interesa cualquier cosa si de ella no vamos a sacar beneficio, ya sea contante y sonante o en forma de renombre y reconocimiento. Y qué más da si una cruz de mayo luce frondosa y colorida pensada en nimios pero interesantes detalles o si parece una parodia de mal gusto de sí misma. A mí dame migas con rebujito, que es a lo que he venido. Y para colmo el platillo. Antes de hacer contribución dineraria alguna a un montaje de semejante calaña preferiría darle la pesetica pa la maya a la niña de la reja. Lástima que esa divertida y entrañable tradición también se haya perdido en los vórtices del tiempo.

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