La esquina

El 'soborno' a los profesores

SE ha liado una buena a cuenta del "Programa de calidad y mejora de los rendimientos escolares en los centros públicos" lanzado por la Consejería de Educación. Pretende incentivar a los centros que consigan una serie de objetivos. Un soborno, dicen muchos claustros de institutos, ya que se dará un dinero extra si se logra un mayor número de aprobados.

Ni quito ni pongo rey, pero me fío mucho de personas que tienen a su cargo la aplicación de este programa y que se quejan de las prisas que le han entrado a la Consejería, ahora con un titular en funciones, por ponerlo en marcha, sin duda aguijoneada por el estado lamentable en que se encuentra la enseñanza secundaria, según opinión unánime de todos los afectados, lo digan o lo callen.

La propia norma prevé que se haga en dos meses lo que en este curso se urge a que se haga en veinte días. En vez de presentar el programa como se debe, haciendo pedagogía de sus bondades, ayudando a preparar los documentos necesarios y explicándolo a la comunidad educativa, se insta a rellenar los papeles a golpe de corneta. Hubiera sido preferible esperar a la convocatoria ordinaria para el próximo curso. El retraso habría convenido en esta ocasión. Total, lo que ha estado años deteriorándose bien puede aguardar unos meses más. Para hacer las cosas mejor.

Las prisas son, en efecto, malas consejeras. Quizás ellas expliquen que los anexos de la orden de la Consejería se repitan sistemáticamente sin importar si se refieren a Infantil o al Conservatorio de Arte Dramático. Por ejemplo, se concede el mismo tratamiento a los objetivos fijados en materia de disciplina y convivencia para centros con niños de seis años que para institutos con adolescentes. Cualquiera puede saber que los problemas no son los mismos en un caso y en otro. La obsesión igualitarista o la pura pereza han conducido a este absurdo.

Más absurdo todavía es el planteamiento que la Consejería hace de la evaluación del cumplimiento de los objetivos. Algunas metas sí son claramente evaluables por la Administración, pero otras hay que verificarlas en los centros mismos. ¿Cómo? Pues se atribuye esta facultad a cada director. Ahora bien, si el cobro de la gratificación de los profesores y del director mismo dependen de la "nota" que éste se otorgue, el resultado resulta difícilmente objetivo. Más bien es una fuente de picaresca y subjetivismo. Seguimos creyendo en la bondad infinita de todas las personas, pues.

En fin, quizás son ideas excesivamente técnicas para la mayoría, pero he querido servir de portavoz de personas expertas, ocupadas y preocupadas por la situación de la educación en Andalucía y que no tienen ocasión de exponerlas en público.

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