La tercera vía

El Partido Popular debe pedir perdón, disolverse y reconstituirse bajo unas nuevas siglas

No, hoy no toca hablar de la Tercera Vía, aquella que el economista Anthony Guiddens ofreció al político Tony Blair para plasmar el eufemismo capitalista; ni tan siquiera de la que Patxi ofrece a Pedro y Susana (tanto montan, el orden es nominal, no "apellidadamente" alfabético) para que su partido salga de ese enroque típico de Pedro Roque saliendo por Antequera, le pille donde le pille el amanecer. Sí, hoy de lo que toca hablar es de esa tercera vía en nuestras autovías que se hace ya imprescindible para tanto compatriota que, subido a su vehículo no comprende ese vial sino como una extensión de ese vigor que le caracteriza en su patizambo caminar como si de Garrincha en un contraataque mortal de la canarinha se tratara. Me encanta ese respirar que notan nuestros cogotes cuando adelantando a 120-125 km/h por el segundo carril, llega ese macho que desprende aromas estimulantes en tu cogote porque va "que no le cabe". La caterva de mal educados está creciendo exponencialmente (tal y como les gusta decir a los ignorantes de casi todo. Otra cosa es que la base de esta exponenciación haya de ajustarse, pero seguro que es mayor que 1). Sí, y se me nota: estoy harto de tanto ser humano que sólo sabe mear de pie para salpicar el suelo que luego otro ha de venir después a mear, sin ser consciente de que se está orinando en los bajos de sus propios pantalones.

No podemos renunciar a educarnos. Es imprescindible corregirnos. Y es que estamos en un país donde hemos renunciado a la buena educación. Los políticos, más preocupados por PISA que por su formación académica, han renunciado al ejercicio de la pedagogía desde su atalaya demagógica. Pobres de autoridad moral, a éstos no les queda más remedio que gestionar las migajas que el sistema nos deja caer. La renuncia a la autoridad moral es cruel: ellos son los que se han arrogado la exclusividad del mensaje a la sociedad (una vez que la versión religiosa, esa media hora semanal de tanto clérigo, cae en saco roto). Y como no hay otros pensadores de peso, pues no hay por qué escuchar a nadie: ¿te atreves a decirle a alguien que su actitud es incorrecta? No hay nada más que ver cómo en las entrevistas a cualquier persona, el periodista de turno, sin distinción, es incapaz de corregir (… "el eje de flotación" fue la última gran aportación que mis oídos escucharon, y no cito la emisora). Ah, ¿¡que renunciáis la perfección!?

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