Los tertulianos y la academia

¿Qué sentido tiene, acaso, que dialoguen dos que piensan lo mismo? Es inaceptable el descrédito personal del otro

Una de las grandes parcelas a cuidar en nuestro país (y a la que la Universidad debería aportar en mayor medida) es la de la capacidad de diálogo entre las personas. Y dialogar desde la confrontación: ¡es lo suyo! ¿Qué sentido tiene, acaso, que dialoguen dos que piensan lo mismo? Ahora bien, abandonar el plató ante el comportamiento inadecuado del otro es algo que deberíamos ver con mayor asiduidad; y no por prurito elitista, sino por pura dignidad. Es inaceptable el inicial descrédito personal del otro. Si lo aceptásemos, ¿podríamos alguna vez empezar a hablar con algunos personajes o nos eternizaríamos en los comentarios preliminares?

La Universidad no se puede permitir el lujo de formar sujetos que, en el ejercicio de una supuesta libertad de pensamiento después de obtenido su título y en el desarrollo de su profesión, hacen del debate arma arrojadiza para desprestigiar a su interlocutor. Quien me conoce sabe que no rehúyo la polémica, pero es la confrontación de ideas y no la confrontación personal la que ha de ser el centro de los debates públicos. Al menos, cuando se supone que en lo que estamos interesados es la formación de la audiencia del programa. Me refiero a los acontecimientos que tuvieron lugar en el plató de una cadena de televisión privada de ámbito estatal durante el pasado fin de semana. ¿Ese periodista no entiende que se puede trabajar para quien no compartes ideología? Incluso compartiendo ideología, ¿es aceptable que el debate se centre no sobre los contenidos y las ideas propias a ese debate, sino que lo que se haga sea una continua referencia a quien ha contratado tus servicios? A ver si te enteras, Contreras, que las putas eligen a sus clientes. Y ser cliente habitual de servicios de prostitución no te garantiza "servicio 24 horas", ni la compañía de siempre, a menos que esa persona lo acepte. Por mucho que supuestamente un rector se haya metido a plagiador o un decano a abusador sexual, la Universidad estará siempre por encima de tales energúmenos que han sido incapaces de contribuir al esplendor de la misma. Y es inaceptable que no sepamos hacer del debate un lugar para el crecimiento colectivo en vez de un lugar para el combate, donde una de las partes ha de salir victoriosa y la otra derrotada. Pero lo triste es que esa batalla no es ideológica, ¡se ha de derrotar y triunfar sobre la persona que defiende las ideas contrarias! Asco.

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