El tiempo de la incógnita

No es suficiente para justificar que estamos asistiendo a un tiempo de incógnitas, en fase casi terminal

Expreso con suma consciencia escrita lo contrario al pensamiento de Woody Allen, en la que el director niega tener miedo a morir diciendo "espero no estar allí cuando suceda". Es tanta la perplejidad de tintes apocalípticos, que ni como neófito articulista me atrevía a manifestarlo a nivel de ensayo, pero la incertidumbre actual es de tal calado e intensidad, que obviarla me parece no avisar que nos hemos sentado al borde del precipicio, de un agujero negro no cósmico que nos produce temor al no saber su profundidad.

Desde voces legítimas en la Carrera de San Jerónimo escucho, día sí día también, quienes se denominan universitarios marxistas de boquita y pensamiento fordista que no son capaces de reconocer los desmadres del comunismo, neoliberales de doctrina cuya fortuna se la deben al Estado que niegan que el mercado de la demanda y la oferta se está ejerciendo contra la verdadera y auténtica democracia, y que para poner la guinda al pavo, el mandatario internacional useño de larga melena rubia recién peinada alaba la tortura sin ningún atisbo de reparo ético o moral.

¡No vamos a tener inquietud por el presente y el futuro mediato!, sí unido al anterior párrafo, y solo creyéndonos que internet nos dice la verdad más libre y más triste, nos encontramos con políticos carentes de liderazgo, el paro, la proximidad de la amenaza terrorista, sobre todo, de carácter yihadista, la asimétrica Europa del euro hundiéndose, el ascenso de la ultraderecha, millones de inmigrantes intentando estrechar una mano en nuestro vergel europeo ante tanta pobreza e ignominia en sus países de origen.

No es suficiente para justificar que estamos asistiendo a un tiempo de incógnitas, en fase casi terminal, que no sabremos a dónde nos llevará tanta incertidumbre, que no encontramos herramientas humanísticas para evitar caernos en el barranco sin encontrarnos en un estado de ansiedad depresiva por no saber qué va a pasar mañana. No estamos acostumbrando a llevar encima la mortaja ante un futuro que cada vez es más precario y difícil de predecir hasta en la meteorología climática. No se trata de tener los gimnasios a tope de gente y las estanterías de los supermercados completas de productos secundarios a nivel biológico. Es la incertidumbre de la nublada atmósfera, dando lugar con neurosis que todos los pensamientos y actuaciones sean consideradas ambiguas sin poder hacer nada.

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