EEL lehendakari Ibarretxe entregó ayer en el Parlamento vasco su proyecto de consulta defendiendo que al no ser un referéndum ni tener carácter vinculante no precisa de la autorización del Gobierno de la nación. ¿Para qué la convoca entonces? Hasta en eso hace trampa: su significado político es nítido, dentro de su estrategia soberanista que postula el llamado derecho a decidir de los vascos por encima de la Constitución. En realidad, Ibarretxe ya sabe, porque fracasó en la ocasión anterior, que su consulta va a ser impugnada por el Gobierno ante el Tribunal Constitucional y no se va a llevar a cabo. Su propósito es salir de la parálisis en que se encuentra su Gobierno tripartito y el deterioro de su figura de lehendakari, convocando elecciones autonómicas anticipadas a las que podrá presentarse como víctima del centralismo español, que no le deja dar la palabra al pueblo, y en las que espera beneficiarse del electorado nacionalista radical que, en esta ocasión, dado el contexto político general, no podrá votar a Batasuna ni a ninguna otra opción camuflada del conglomerado proterrorista. Ha hecho trampa también en la formulación de las dos preguntas de su referéndum, tratando de aproximarlas en su redacción a la resolución del Congreso que autorizó los contactos del Gobierno con ETA en la pasada legislatura y a lo ofrecido por Zapatero a Batasuna en aquellas negociaciones que se frustraron, naturalmente en unas circunstancias distintas a las actuales, con ETA asesinando de nuevo. Y precisamente ahí radica la gran trampa de Ibarretxe: pasando por encima de su compromiso anterior y del que a duras penas sigue manteniendo parte de la dirección del PNV, el lehendakari ha retirado de su iniciativa el elemento ético y cívico imprescindible; a saber: que nada se puede hacer mientras subsista la violencia terrorista y que éste es el requisito previo e irrenunciable para cualquier proyecto político en el País Vasco. En pocas palabras, Ibarretxe consagra la presencia de ETA en la vida pública.

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