El viajar es un placer

Pero es verdad que hay otros mundos dentro de este mundo, occidentes dentro de occidente y sudeste más allá del Sur

Una mañana tienes asuntos que resolver en la ciudad y sus cercanías y piensas que será buena idea hacer uso del transporte público. Dicen que es más ecológico, que se ahorra tiempo, dinero y berrinches, que descongestiona las carreteras y que hasta, si te lo propones, puedes hacer amigos. Una mañana te desperezas con tranquilidad y desayunas sin prisa porque has calculado que puedes llegar a tu destino sin demora gracias a la puntualidad que marca el sistema de autobús urbano. Una mañana tomas el bus en la parada de origen y tienes la buena suerte de encontrar un asiento libre en la zona que te permite sentarte sin cargo de conciencia por estar ocupando una plaza reservada a otros usuarios. Y esa mañana, capricho de los hados, te ha tocado subir al colectivo que se va a quedar inhabilitado a pocas paradas de la salida. En esos momentos, y después de la consecuente e inmediata contención expectante, comienzan los murmullos en cascada hasta convertirse en proclamas vociferantes no exentas de cordura. "Esto es una vergüenza". "Yo que lo cogía más temprano para llegar antes". "Dicen que usemos más el transporte público. Ya mismo me saco el carnet y a tomar por…". A estos comentarios se les suele sumar el eterno "Siempre vamos estrujados como sardinas en lata". Y, ciertamente, el bus que nos acoge como refugiados bélicos ya llega cargadito de una fauna heterodoxa formada en su mayor parte por estudiantes universitarios, a los que se van sumando amas de casa con sus correspondientes carritos de la compra, abueletes que fueron al centro a hacer sus gestiones y, en fin, quienquiera que a esas horas tuviera necesidad de usar la línea de marras. En los primeros años de mi periplo universitario recuerdo que los autobuses que nos llevaban al campus conformaban una línea exclusiva de uso estudiantil. Claro que eso fue hace mucho tiempo en una galaxia no tan lejana, sino en una provincia aledaña. Hoy tampoco sé si ese sistema haya cambiado allí, lo que sí sé es que aquí, a esta Almería mía, esta Almería nuestra, todavía no ha llegado semejante planteamiento, por más que el número de usuarios se multiplique cada curso académico y por más que en ocasiones una acabe perfumada por roce osmótico con el viajero colindante. ¡Y eso en la Europa del Siglo XXI! Pero es verdad, también hay otros mundos dentro de este mundo, occidentes dentro de Occidente y sudeste más allá del Sur.

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