La otra mirada

Ruth García Orozco

¿Hay vida después del horror?

CON los ecos del terrible caso conocido y desvelado poco a poco en los últimos días tras descubrirse cómo Josef Fritz, un anciano aparentemente bonachón había sido capaz de encerrar, esclavizar y someter a vejaciones inimaginables a su propia hija durante 28 largos años, haciendo correr la misma suerte a parte de los hijos nacidos de las incestuosas violaciones, es difícil encontrar las palabras con las que expresar el horror que la simple idea nos causa.

Me alegro mucho de no haber ejercido nunca la abogacía, ya que en este caso se me plantearía un horrible dilema moral (como en tantos otros). Sólo espero y deseo que la justicia no declare que este hombre está loco, como pretende su abogado. Un loco no realiza premeditadamente toda una serie de preparatorios (construir el zulo), espera hasta el momento en que su víctima va a cumplir la mayoría de edad para evitar que pueda escapar de su custodia, como ya había intentado sin éxito anteriormente, vive una doble vida casi 30 años, suministrando de víveres a sus prisioneros, decidiendo quiénes subían a la superficie y quiénes no… No, tal y como mantiene Alberto Fernández Liria, Presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, "no hay enfermedad a la que atribuir un comportamiento así ni que coarte la libertad de un Josef Fritzl que ha demostrado una capacidad de manejo certerísima de la realidad y que, con seguridad, sabía lo reprobable de su conducta, que, por eso se preocupó de ocultar. No hay objeto de tratamiento psiquiátrico aquí. Pensar que un comportamiento contrario a lo que consideramos humano es producto de una enfermedad nos evita el trance de aceptar la maldad en nuestra especie. Pero lo hace a un coste alto: el de negar la responsabilidad que tienen los individuos de sus actos y el de asociar, una vez más, por un motivo falso, la enfermedad mental grave con la violencia.

El mal que causó a sus hijos es irreparable. Que su caso no sirva para que, al explicarlo, causemos mal a inocentes. Porque empezamos a querer ver enfermos mentales donde sólo hay malvados y acabamos viendo malvados donde sólo hay enfermos mentales"Aplíquese esto a todos los casos de violencia de género, del que éste es sólo otra muestra más.

Yo, por mi parte, le deseo a Elisabeth que pueda rehacer su vida y que esta horrible presión mediática no haga de ella y sus hijos monstruos de feria. Ya hay un precedente, la joven francesa que también fue secuestrada por su padre en un desván y que tuvo seis hijos fruto de las violaciones. Ahora es feliz junto a un hombre bueno, como yo espero pueda serlo ella también algún día.

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