LAS redadas contra inmigrantes irregulares, el incendio de campamentos de gitanos por parte de ciudadanos indignados y el decreto que prepara el Gobierno Berlusconi para aplicar mano dura a la inmigración ilegal conforman en Italia una situación enormemente tensa y conflictiva. Es evidente que la proliferación de incidentes y delitos protagonizados por inmigrantes, especialmente los del Este europeo, que no tienen papeles ni pueden integrarse en la economía legal, constituye el caldo de cultivo idóneo para que afloren actitudes de racismo y xenofobia incompatibles con los principios sobre los que se ha construido la Europa democrática. La alarma social provocada por la reiteración de delitos en los mismos lugares y por los mismos sujetos excita el lógico anhelo de seguridad, pero también los bajos instintos de los ciudadanos, que corren el peligro de generalizar sus apreciaciones y exigir a las autoridades medidas de singular dureza contra colectivos enteros. Se da, además, la circunstancia de que algunos de estos colectivos (rumanos y búlgaros) son ciudadanos de la Unión Europea, que gozan del derecho a la libre circulación por todo el territorio. En la propia mayoría gubernamental han surgido voces que alertan contra la deriva emocional de este problema. El ministro del Interior ha condenado los incendios de Nápoles y su antecesor apela a la serenidad para, según sus palabras, abordar un problema tan complejo como la inmigración. También la Iglesia católica ha advertido del peligro de racismo y xenofobia y el propio presidente de la República ha anunciado su propósito de matizar el contenido del decreto que Berlusconi tiene previsto aprobar la semana que viene. Hay una tendencia general en la UE, incluyendo el Gobierno socialista español, a un mayor rigor en la aplicación de la ley contra los inmigrantes sin papeles y las mafias que los trasladan y explotan, pero debe hacerse en todo caso sin traspasar ciertos límites: persiguiendo el delito allí donde se cometa y trabajando por integrar a los inmigrantes regulares.

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