Tribuna

Jorge Caparrós

Abogado

Improductividad producida

Deseamos consumir más por menos. Preferimos la cantidad a la calidad. Nuestro trabajo goza de la misma ecuación: más horas por menos dinero

Un hombre porta unas bolsas con compras Un hombre porta unas bolsas con compras

Un hombre porta unas bolsas con compras / Rafael González

La eterna pregunta… ¿Calidad o cantidad?... La diversidad de temas a los que asociamos esta simple duda, hace que hoy día sea más difícil que nunca responder. Pues en un tiempo como el que vivimos, todo el que tiene que ceñirse a presupuesto, ante la duda de comprar un tipo de carne de primera, o más cantidad de otro tipo de segunda categoría, ambas con la misma caducidad, el consumidor toma la segunda opción. Deseamos consumir más por menos, es decir preferimos la cantidad a la calidad, puesto que nuestro trabajo goza de la misma ecuación: más horas por menos dinero. Es por ello que, últimamente, el derecho laboral, una de las asignaturas más tediosas de la carrera, vive a expensas de una posible próxima reforma en su ley. Ya que, al igual que la mayoría hacen con la comida, el estado parece preferir la cantidad a la calidad. Estoy hablando de la propuesta de que la jornada laboral finalice a las 6 de la tarde.

En primer lugar, hablemos de la ansiada princesa de este castillo, la ley laboral o el estatuto de los trabajadores es la chica en el baile que todos, en este caso partidos de gobierno, quieren sacar a bailar porque creen saber justamente lo que quiere, y más aun lo que necesita. Pues cuando miras el país, en el ámbito laboral, en perspectivas te das cuenta de que somos uno de los países que más "trabaja" y menos "produce". Esta iniciativa, de la que de repente todos los partidos dicen ser propietarios de la genial idea, es en realidad algo que todo el que haya viajado fuera de España ha podido comprobar pues en lugares como Inglaterra, Alemania o Dinamarca, el horario de oficina, incluso el horarios de cadenas textiles como H&M o Zara, finaliza sobre esta hora, siendo países que en la actualidad están mejor que nosotros. Por poneros en situación el horario de una oficina en Inglaterra se rige por lo general por la expresión "nine2five", es decir de nueve de la mañana a cinco de la tarde con unos 20 minutos de descanso para tomar un té o así en la misma oficina, y 45 para comer fuera o dentro de la oficina, pudiendo repartir estos minutos en 10 para un té y 55 para comer por ejemplo. Pero ¿Por qué menos tiempo de trabajo es directamente proporcional a una mayor productividad?

Me gustaría poneros un ejemplo personal, antes de mostrar otros indicativos: Recién salido de la carrera entré en un despacho a colaborar gratuitamente, si es que se puede llamar así, y me di cuenta de que todo el trabajo que tenía que hacer para un día, podía quitármelo en unas horas, salvo retrasos externos. En un primer momento me sentía muy productivo porque terminaba temprano todo lo ordenado y al quitarme el descanso para desayunar y no ser el dueño del despacho, con las responsabilidades que eso acarrea, llegaba un punto a media mañana en la que no tenía nada que hacer…. Sin embargo no podía irme, sino que tenía que cumplir unas horas e incluso volver por la tarde para cumplir otras más. Al poco tiempo me di cuenta de que no necesitaba terminar todo a primera hora pues tenía todo un largo día para hacerlo, e incluso toda una larga semana igual… Eso me volvió perezoso y muy poco productivo con el tiempo. Claro estamos hablando de un "pasante" que requiere de estímulos y responsabilidades constantes, puesto que el dinero no es uno de ellos. Pero ¿Acaso no creéis que ocurre lo mismo con cualquier otro trabajador?

Un reciente estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), estableció que cuanto más trabajaba una persona, más disminuía la productividad. Otros estudios así lo confirmaron con posterioridad. Sin embargo si esto fuese una ley universal no habría duda en reducir la jornada, pero estudios realizados en otras empresas demostraron que al reducir la jornada laboral aumentó el estrés y en nada la productividad.

La conclusión es sencilla en realidad, al igual que no podemos obligar a la gente a comprar la carne de primera calidad, pues alguno necesitarán comprar la de mayor cantidad y menor calidad; tenemos que tomar estos estudios no como un ley que aplicar imperativamente sino adaptar la misma a las necesidades de cada empresa realizando pruebas sobre ellas para saber lo que una en concreto requiere. La clave no es la reforma general y saltar todos al acantilado porque otros 1000 lo han hecho, sino una adaptación específica para cada empresa que produzca una reforma particular.

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