Tribuna

JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ DE HARO

Escritor y periodista

El mundo que conocimos

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El mundo que conocimos

Eesde el final de la Segunda Guerra Mundial, las grandes potencias europeas, destrozadas y empobrecidas por la guerra, dieron paso a los Estados Unidos de América como primera potencia económica y política del mundo. Poco cambió desde 1.945, y de este modo, varias generaciones hemos conocido a EE UU como centro del imperio moderno. Todo eso ya ha comenzado a cambiar, tal vez de manera irreversible, desde Septiembre de 2008, es decir, desde ahora mismo. Podemos decir sin demasiado dramatismo, que el mundo que conocimos, ya no será igual.

La crisis económica que atraviesan los países desarrollados, todos hijos del modelo económico EE UU, ha arrasado los comportamientos del modelo económico que nos había nutrido de prosperidad y liderazgo. En esta crisis sin precedentes las piezas principales del sistema, sus más llamativos ejemplos, han caído ya. Han caído algunos de los mayores bancos de inversión y de las compañías aseguradoras más grandes del mundo. Han caído bancos hipotecarios y bancos comerciales, como fichas de dominó en la mayoría de países más ricos del mundo. Todos eran instrumentos del sistema de libre mercado, sistema que señala una forma de entender el mercado de capitales y también de mundo. Esa forma es ya agua pasada, tal como la hemos conocido. Y algunas entidades de crédito están obligadas a cambiar, a fusionarse o a desaparecer. Ya han comenzado a hacerlo con un modelo de negocio bancario ajeno al tradicional. Y esto vale para todos los países de influencia donde se ha practicado un determinado capitalismo sin controles, casi sin normas. No se trata de demonizar al capitalismo, nadie podrá ignorar la prosperidad que ha sido posible con este sistema cuyo mayor logro ha sido la consecución del llamado Estado de Bienestar que hemos venido disfrutando en esta parte del mundo. Se trata de decir con claridad que algo ha fallado muy estrepitosamente en este sistema, y nos ha arrastrado a todos sus beneficiarios sin distinción. Es por ello que en estos días, desde Europa y singularmente en España se han alzado voces para reclamar una reforma drástica del Capitalismo , incluso su desaparición. Y es cierto que habrá que rechazar la formas de actuar impunemente en el mercado a costa de grandes riesgos para todos los ciudadanos que hemos debido acudir a su salvación "in extremis" con dinero público. Y frenar con normas mas rigurosas los excesos que ha denunciado con acierto un banquero español.

Por todo ello cabe decir que esto ya no será igual, ni peor, ni mejor, será distinto, y algunas de nuestras formas de vida, también será distintas. Según algunos analistas, estamos al comienzo de una nueva era económica, y también política de consecuencias sociales imprevisibles. Estamos conociendo desde hace unos años, el avance imparable de las potencias emergentes, China, India, Rusia singularmente. Países de elevados índices de población, inmensos mercados con miles de millones de nuevos consumidores. Países que mantienen un elevado índice de productividad a un bajísimo coste laboral lo que les hace tan competitivos que los países socialmente desarrollados, no encuentran modo de frenarlo y aumentan sin parar su producción, sus exportaciones, su capacidad de consumo. Y todo ello ajenos, como Rusia o China, a una forma de entender la relación política basada en un sistema plenamente democrático. Las más singulares formas del mercado libre, o protegido, o tutelado, tienen cabida en estos países que con toda probabilidad serán lideres a mediados del siglo XXI. Por esta razón, pocos reparos hay para entenderse en las relaciones comerciales e industriales con estos países, lo que importa son los flujos de comercio en este mundo globalizado e irreversiblemente comunicado donde todo se extiende en unas horas como si las fronteras reales hubiesen dejado de existir. Esta es una de las razones más evidentes del triunfo electoral de Donald Trump en los EE UU con anuncios de radicales medidas que tratarían de frenar la decadencia de la primera potencia del mundo. Y del auge de movimientos extremistas de todo signo político posicionados frontalmente contra las actuales políticas gubernamentales en Europa. Esta crisis nos ha mostrado aquí en España su faceta mas dura por cuanto nosotros tenemos que añadir algunos problemas puntuales que no han sido resueltos con la debida energía en los últimos años. Se trata de cuestiones cuyas reformas o medidas para cambiarlas, aunque fuera parcialmente, resultarían tremendamente impopulares. Alguien, de este o cualquier otro Gobierno, habrá de anunciar a la sociedad española que se ha acabado esta fiesta alegre de dinero público y privado a raudales. Que el mundo que conocimos ha cambiado y que estamos entrando en una era distinta, desconocida y por ello todas las cautelas habrán de parecer pocas. ¿Quién ejercerá esa responsabilidad, ¿Quién podrá ejemplarizar con la austeridad y el rigor necesario? Me temo que quienes no han sabido reconocer esta debacle estarán muy poco acreditados para hacer esa labor ejemplar. El actual Gobierno, en minoría parlamentaria, apenas logra contener la avalancha de derogaciones y reformas de leyes que han tenido resultados positivos en el desempleo y las tasas de crecimiento promovidas justamente por quienes no supieron gobernar acertadamente la crisis y apoyados con aplausos por los que quieren derribar el sistema.

Este mundo tan complicado y cambiante necesita de una clase política distinta a la que conocemos. Seguramente más técnica en sus planteamientos, mas especializada en sus competencias, mas alejada de la podredumbre política que les viene nutriendo desde estos últimos años y mas preparada para la nueva era que ya ha llamado a nuestras puertas. Estos de ahora, salvo excepciones contadas, son hijos del pasado sepultados bajo los escombros de la crisis, desacreditados para pilotar nuestro futuro o timoratos a la hora de decisiones que se muestran inevitables .Y todos ellos incapaces de la urgente renovación y regeneración que reclaman los nuevos tiempos.

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