Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Univesidad de Almería

El periodismo de Azorín

Siempre, la palabra justa, con la sintaxis detallista, precisa, geométrica, fina, artística, sensitiva

El periodismo de Azorín El periodismo de Azorín

El periodismo de Azorín

La prosa de Azorín es esa escritura luminosa en la que Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Cervantes, Quevedo y Larra son los antecedentes y Camba, González- Ruano, Umbral, Alcántara, Vicent, Rosa Montero, Antonio Lucas y Jorge Bustos, los consecuentes. Ninguna obra como «La ruta de don Quijote» (1905); resultado de las 15 crónicas que publicó el universal escritor en El Imparcial con elegancia y primor, por encargo del director del periódico, José Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset, con motivo del III centenario de la aparición de la primera parte de la áurea novela, para comprobarlo. Vargas Llosa caligrafió en este fragmento la clave: «Aunque hubiera sido el único que escribió, él solo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra preciosa, una obra de consumada orfebrería artística». Siempre, la palabra justa, con la sintaxis detallista, precisa, geométrica, fina, artística, sensitiva.

El estilo de Azorín es, como una metáfora recién nacida, el que convierte la literatura en periodismo con la observación, la descripción, la narración y la argumentación en función del ahora, de la realidad textual que es la propia de la crónica, del artículo, del reportaje, de la noticia. En este 2017, en el que tiene lugar el cincuenta aniversario de su muerte, declarado año de Azorín, su obra periodística vuelve a ser referente y símbolo de la perfección. Sus primeros pasos los dio en La Educación Católica de Petrer, El Defensor de Yecla, El Eco de Monóvar, El Mercantil Valenciano y El Pueblo de Vicente Blasco Ibáñez. Su talento, cervantino y cervantista, con la pluma, para definirse en cualquier aspecto como azoriniano, es elogiado y admirado. Sus colaboraciones y artículos en El País, El Progreso de Alejandro Lerroux, El Imparcial, ABC, Ahora y La Vanguardia son un homenaje permanente al idioma. José Martínez Ruiz es, sin saberlo, el precursor del nuevo periodismo de Tom Wolfe y el gran Talese; o sea, de ese concepto que considera que la no ficción no tiene por qué ser inferior a la ficción, sino, antes bien, superior si cabe.

Más de 6000 artículos publicó el escritor de periódicos nacido en Monóvar. Pero, aparte de los medios citados, hay que hacer una mención especial a sus colaboraciones en un periódico de tanto prestigio como La Prensa de Buenos, donde, en un período de 35 años, entre 1916 y 1951, dejó su firma en más de 1000 artículos, en los que reflejó con maestría sublime la literatura y la cultura española y europea, estableciendo un estrecho lazo de unión entre una y otra orilla del Atlántico. El libro «100 artículos de Azorín en La Prensa», publicado en 2013, por Verónica Zumárraga, es un brillante epítome o compendio de esta parte de su obra periodística. Otra referencia imprescindible es «De Azorín a Umbral: un siglo de periodismo literario español» (2009) de José Bernardo San Juan, Ana Cuquerella Jiménez-Díaz, Javier Gutiérrez Palacio, Montserrat Mera Fernández, Daniel Vela Valldecabres. Como ha señalado Justino Sinova, «la prensa española del siglo XX es un monumento de la literatura urgente que es el artículo (y algunas de sus vertientes, la columna, la crónica personal, el análisis). Ofrece prodigios de calidad literaria porque por sus páginas han pasado todos los buenos escritores y porque muchos periodistas han manejado el lenguaje con maestría admirable». José Martínez Ruiz, como después Umbral, percibió que el periodismo nace, aun sin periódicos, en Quevedo y, más en concreto, en «La vida del Buscón (o Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños)». Una percepción tan cerca del estilo que resplandece en la odisea de los siglos como un soneto que se pregunta sin encontrar la respuesta. Leo, en estos días, crónicas, reportajes y artículos sobre la Transición. Algunos textos tienen una gran calidad en el fondo y en la forma. Mas echo de menos la claridad, la precisión geométrica, la concisión, la sencillez y la naturalidad del autor de «Confesiones de un pequeño filósofo». Francisco Umbral se percató de que el artículo estaba ya en Francisco de Quevedo y de que Larra y el Maestro alicantino guardaban los secretos de género tan dilecto. Tenía toda la razón. Por ello mismo, en la memoria de los días perduran estos cuatro nombres en ese ayer, infinito, que tal vez nos parezca una presea. Porque presea eran los artículos periodísticos de Azorín en el tranquilo anaquel que en silencio espera. Como fulgente escritura en este año de símbolos.

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