A la entrada del siglo XIX la agricultura del Campo de Dalias (actual municipio de El Ejido) es tradicional, centrada en el cultivo de cereales especialmente cebada. Evidentemente se aprecia no es estática y que puede mejorarse con el incremento del agua disponible. Esta posibilidad de desarrollo mediante el regadío es percibida a simple vista, incluso por extraños a la zona, como le ocurre al inglés Richard Ford que en 1830 vino a España y, en su Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa, dice "dejando Adra y cruzando las tristes llanuras arenosas del Campo de Dalías, que podría irrigarse fácilmente, se encuentra Almería", opinión tanto más válida en cuanto que Ford es uno de los más críticos e imparciales observadores y el más agudo analista de la realidad andaluza de su tiempo.
Otros ven en el hecho del regadío una empresa económico-especulativa de gran envergadura, sucediéndose una serie de interesantes propuestas.
El proyecto de José María Madolell, autorizado por Real Orden de 21 de mayo, así como por otra de 2 de agosto de 1824, consistía en construir un canal para regar la zona del actual municipio de El Ejido, Roquetas, Felix y Vícar, aprovechando las aguas del río Benínar.
Las obras comenzaron en octubre de 1833 y en febrero de 1834 ya se habían realizado 10.625 varas (casi 9 kilómetros) de cauce, sin embargo, a partir de mediados de este año la situación cambia desembocando en la paralización de los trabajos.
El proyecto sigue latente y la empresa pasará por varias alternativas.
El 1 de mayo de 1845 se publica en Madrid una hoja informativa sobre la empresa del llamado Canal de Dalías, firmada por Ramón de La Sagra, y en la misma se expone, entre otras cosas, que la Sociedad se veía estimulada por "las vivas instancias de los pueblos que ven cifrada su riqueza en la conclusión de esta obra… el Canal toma sus primeras aguas bajo el pueblo de Lucainena".
A pesar de las ventajas, hábilmente expuestas por Ramón de La Sagra manifestando que el proyecto "parece llama ya la atención de la Empresa Azucarera de Madrid", el asunto se abandonará tras la realización de algunas obras.
La cuestión del regadío en el Campo de Dalías/El Ejido había calado en determinados círculos financieros por lo que los proyectos encaminados a la consecución del mismo continuarán.
1849, Abril, 6, Almería.
Proyecto presentado por Francisco Castillo para regar el Campo de Dalías/El Ejido con las aguas de las Albuferas y sobrantes del río Adra.
Hemeroteca Provincial Sofía Moreno Garrido de la Diputación de Almería. Boletín Oficial de la Provincia de Almería del día 6 de abril de 1849.
Grande, considerable, debe ser el caudal de aguas que haya de abastecer todas las necesidades del Campo de Dalías y la empresa cree de su deber esplanar los medios con que se propone llevar a efecto este gran pensamiento.
Existen en las inmediaciones de Adra, y no lejos del mismo Campo, dos importantes depósitos de aguas potables, en los dos grandes vasos naturales, conocidos con el nombre de Albuferas de Adra, en el croquis que se acompaña para mayor ilustración de esta memoria se marcan con los números 9 y 10, la primera en una estensión de 600 varas de longitud por 350 de latitud y la segunda de 450 varas longitud por 160 de latitud en su término medio.
Si se atiende a la tradición del país ya las deducciones de la ciencia casi puede asegurarse que ambos depósitos son inagotables como alimentados por raudales subterráneos, originarios de las infinitas cordilleras y de las sierras sobrepuestas a las Albuferas. La existencia inmemorial de ellas, la tradición de no encontrarse fondo a una, número 10, sus aguas dulces y potables propias para la economía vegetal y animal, tan cerca de la orilla del mar, de donde distan un tiro de fusil, indica de una manera incuestionable que están sostenidas por continuos y abundantes veneros.
La simple vista del croquis manifiesta el origen y curso natural de estos veneros. Ultimas vertientes de los derrámenes de Sierra Nevada y de la estensión de montes que las dominan, consiguiente es que las aguas que no trae el río vengan en raudales subterráneos a las Albuferas, pues la objeción que pudiera presentarse de si estos depósitos eran originarios de las aguas del mar es de todo punto inverosímil, puesto que repugna a las leyes de química que unos vasos tan estensos y considerables de agua tan cerca del mar sean filtraciones de él, perdiendo tanta calidad y en tan corto espacio la parte salina convirtiéndose en agua dulce y sabrosa. Esta imposibilidad sube de punto a la vista del terreno o del croquis, desde la boca del río, número 3, hasta la torre de Balerma, número 14, en cuya longitud están las Albuferas, si se abre un hoyo junto a la ola del mar, como sucede diariamente para apagar su sed de los pescadores con barcas que trabajan en dicha estensión, se encuentra el agua misma que tienen aquellas dulce y potable y si al este de Balerma y al oeste del río se hace la misma operación a doble distancia de la orilla del mar el agua que se encuentra es totalmente salada, sin embargo de ser todo un mismo terreno arenoso.
Vense con frecuencia en todas las playas, y en esta particularmente, estensas charcas formadas y alimentadas por el agua del mar y la mayor duración de ellas apenas llega a dos o tres años, porque los vientos las incomunican con el mar por bancos de arena, que privando hasta las filtraciones, las secan después de corromper sus aguas. Si las Albuferas tuvieran el mismo origen ¿cómo existir siempre incomunicadas con los bancos de arena que las separan del mar y que cada día lo alejan por las que introduce el río, sin que se haya notado nunca corrupción en sus aguas? A conceder que son de las filtraciones del mar hubieran se notado en las Albuferas las altas y bajas que ofrecen las mareas y esto nunca se ha observado.
Lo que si se ha visto y ve todos los años en el estío, cuando los calores escatiman las aguas de las sierras, cuando el río disminuye las suyas, es que entonces las Albuferas reducen su ámbito y muchos de los ojos que salpican sus alrededores se secan, ¿qué es esto más que provenido de la menor cantidad de aguas que reciben por aminorarse los raudales subterráneos que les ofrece la sierra?, ¿cómo negar que deben su permanencia a los veneros que las dominan? Y no veneros de poca consideración, no pues toda la vega de Adra es una laguna, salpicada de zanjas y charcos, que piden un conocimiento bien práctico para que no se hunda el que pise su suelo tembloroso, quizás sostenido por un tejido de raíces.
La objeción pues citada parece totalmente desvanecida, sin que en cuanto a la cantidad de agua tenga ningún valor el que la Albufera llamada Honda, número 10, presente hoy poca profundidad.Mil testigos viven que la han sondeado ha poco tiempo y no le encontraban fin, tal vez porque las corrientes interiores hicieron girar la poco pesada sonda que echaron los cazadores de patos que lo ensayaron, pero lo que no es duda es que tenía mucha profundidad y debe tener en el día, aunque las raíces y tabas hayan formado un tejido que impida medirla, sin encontrarle más que una aparente profundidad de unas diez varas castellanas.
A pesar de todas las razones espuestas la empresa que antes de todo debe asegurarse de un caudal constante de aguas no puede confiar los grandes gastos que tendría que hacer a sólo las inducciones fijadas, por más que ellas arrojen una fuerte convicción, y para ello necesita tener a todo evento un medio supletorio con el que pueda sostenerse siempre llenos estos grandes vasos que la naturaleza parece ha fijado esprofeso para fertilizar el Campo de Dalías, en su virtud presentase como medio análogo y suficiente el aprovechamiento de las aguas sobrantes del río de Adra, haciéndole variar de álveo y que en vez de desaguar en el mar venga a depositar sus aguas en las mismas Albuferas.
Sobre el Campo de Dalías/El Ejido inciden tanto factores exógenos como endógenos, a pesar del fracaso de los primeros, gracias al dinamismo de los segundos se potencia la agricultura de secano y la tradicional de regadío temporal/cuatrienal de las Cañadas, con el agua sobrante de la Vega de Dalías. A mediados del siglo
XIX se cultivan 12.000 fanegas: en un siglo las tierras labradas se han incrementado el 107,42 %, el proceso de roturación/apropiación de tierras públicas ha continuado con gran impulso en el espacio de tiempo comprendido entre mediados del siglo XVIII y el XIX.
Paralelamente se da un importante desarrollo del poblamiento permanente. En el año 1860 nos encontramos con 206 casas habitadas permanentemente y 111 temporalmente: los factores endógenos del propio territorio ejidense van adquiriendo una (paulatina y progresiva importancia en el desarrollo del actual municipio de El
Ejido.
Este dinamismo no pasa desapercibido, acertadamente se piensa que el mismo puede incrementar se con el agua, los factores exógenos de nuevo hacen acto de presencia, se retorna el intento de captar agua del río Benínar, Juan Justo Escalante, apoderado de José María Madolell, por Real Orden de 15 de enero de 1863, recibió autorización para plantear, en el plazo de un año, la posibilidad de construir un Canal que se abasteciera con el agua sobrante del citado río, el asunto no pasó del papel.
En 1872 la Administración aprueba el proyecto presentado por el barcelonés Melchor Baxeras, para regar parte de los términos de Berja y actual de El Ejido, con el Canal del Mediodía, derivado del río Adra.
En julio de 1879 una comisión presidida por el alcalde de Adra Juan Godoy pretende un alumbramiento de aguas para la Vega de la localidad, a lo cual se oponen la Sociedad del Canal del Mediodía de Melchor Baxeras, y la Sociedad Villalobos y Compañía, fundada esta última con el objeto de proporcionar agua de riego a tierras de Berja y otros municipios.
En 1886 caduca la concesión del Canal del Mediodía, sin que este fuera realidad.
Nos encontramos ante una más de las frustraciones para aportar agua a las sedientas tierras del Sureste de la Península Ibérica, lo mismo puede decirse respecto al Pantano de Isabel II en Níjar como veremos en el próximo artículo.
A pesar de estos contratiempos no decae el dinamismo del Campo/El Ejido, en sus pretensiones de contar con más agua, sin embargo la situación continua siendo la misma de siglos anteriores y "únicamente aprovechará el agua [del Arroyo de Celín], cuando la Vega [de Dalías] no la necesite", como se recuerda en las Ordenanzas de Riego de la villa de Dalías, aprobadas por Real Orden de 12 de febrero de 1880.
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