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La Mancha que vio Cervantes (26)

  • Paisaje. Especialmente la Mancha, pero también sus molinos de viento, son parte esencial del paisaje geopoético del Quijote, resultando los tres conceptos profundamente ligados

La Mancha que vio Cervantes (26)

La Mancha que vio Cervantes (26)

Hhemos referido tres fuentes documentales para conocer la evolución de los molinos de viento manchegos: Relaciones Topográficas de Felipe II, último cuarto del siglo XVI, (Archivo/Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial, copia en la Real Academia de la Historia); Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, mediados del siglo XVIII (Archivo General de Simancas, Archivos Históricos Provinciales, incluso en, algunos Municipales); y Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar de Pascual Madoz, 16 tomos, Madrid, 1845-1850, mediados del siglo XIX. Podría resultar fructífero profundizar la investigación en los Archivos Municipales, Históricos Provinciales (Catastro de Ensenada, Protocolos Notariales, etc.), Histórico Nacional (Fondos de las Órdenes Militares, de Monasterios y conventos, etc.), y en los Particulares, para establecer la fecha de aparición de los primeros molinos de viento manchegos, su multiplicación desde el último cuarto del siglo XVI al XVIII, propietarios, contratos de arrendamiento, etc.

"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I parte, capítulo l)… Por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba (la rosada aurora) cuando el famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel… Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese… Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice, otros dicen que la de los molinos de viento (I-2)".

Especialmente la Mancha, pero también sus molinos de viento son parte esencial del paisaje geopoético del Quijote, resultando los tres conceptos profundamente ligados.

Es posible que los primeros capítulos del Quijote se escribieran en 1591 o poco después, siendo verosímil que los molinos de viento vistos por nuestro hidalgo fueran modernos en su época, igualmente que, según varios autores, el "lugar de la Mancha" aluda a Argamasilla de Alba.

"La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborotado por verse ya armado caballero… Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea (I-4)… Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol no les fatigaban (I-7)… En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero: -Ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla... -Mire vuestra merced (respondió Sancho) que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino (I-8)".

Se ha debatido acerca de cuáles podían ser tales molinos. Se han identificado con los existentes en La Mota del Cuervo (Cuenca), pero esta villa en 1575, según las Relaciones Topográficas de Felipe II, no tenía molinos de viento.

Si se tiene en cuenta que Don Quijote había salido, el mismo día de la aventura, de Argamasilla de Alba, "por el campo de Montiel", y al mediar el siguiente estaba a la vista de Puerto Lápice, deben colocarse los molinos más al oeste, y un núcleo tan considerable de los mismos como el indicado por Cervantes no se halla sino en Campo de Criptana (Ciudad Real), que es donde sitúan la aventura varios autores, entre ellos J. Caro Baroja (1983), en 1575 esta villa, según las Relaciones Topográficas de Felipe II, contaba con "muchos molinos de viento".

Don Quijote y Sancho Panza pudieron hacer holgadamente la jornada hasta la sierra de los molinos o "el campo".

A la pregunta 14 de las Relaciones Topográficas de Felipe II sobre que "se diga el nombre del primer pueblo que hubiere, yendo de donde se hiciere la Relación hacia el mediodía, y el número de las leguas que hubiere, y si son grandes o pequeñas, o por camino derecho o torcido, y si el tal pueblo está derecho al mediodía, o al parecer algo desviado, y, a qué parte", el 1 de diciembre de 1575 Campo de Criptana responde: "el nombre del primer pueblo hacia el mediodía es la villa de Argamasilla… hay cinco leguas comunes derechamente de sol a mediodía, vase por camino muy llano".

Los molinos de viento presentan exteriormente dos componentes muy visibles en el paisaje.

El más destacado lo constituyen cuatro aspas, sostenidas por un eje, compuesta cada una de vara central, dos o tres vergas laterales y paralelas a cada lado de la susodicha, con quince o más travesaños y velas rectangulares largas y estrechas.

El segundo componente, cuya altura media total puede alcanzar los 11 metros, presenta dos partes muy diferenciadas.

La primera cilíndrica, de mampostería más o menos regular, da acceso a su interior por una puerta adintelada. Esta parte, que frecuentemente alcanza en torno a los 8 metros, en lo alto presenta varias ventanillas o troneras, indicadoras de los diferentes vientos que penetran por ellas, hecho fundamental por cuanto el trabajo está en estrecha relación con esto, así en algunos pueblos se conocían hasta siete tipos de viento: ábrego, ábrego hondo, cierzo, solano, matacabras, villacañero y toledano.

Una vez conocida la dirección, la cubierta cónica de tablas y una altura media de 3 metros, era orientada hacia ésta, para que el movimiento de las velas repercutiese en la maquinaria interior del molino.

Los altibajos por los que han pasado los molinos de viento de Campo de Criptana, ilustran muy bien de los avatares experimentados por los mismos: en 1575 contaba con "muchos", 30 o 40 según Cervantes, 34 en 1752 y 27 hacia 1850.

El siglo XX representa su declive, más acentuado conforme avanza, así mientras en sus albores se cuentan 13, en 1930 quedan 5, de los cuales sólo funcionaba uno conocido con el nombre de Ojo Azul, destacando el llamado del Infante.

Si aceptamos como cierta la cifra de 30 dada por Cervantes, hemos de admitir que de los últimos años del siglo XVI a mediados del XIX el número de molinos de viento casi no había variado.

Si bien, la invención, multiplicación y perfeccionamiento de los molinos de viento constituye un capítulo destacado de la Historia de la Tecnología, no son ajenos a la Historia Social de unas poblaciones rurales, como las manchegas que venían sufriendo serias dificultades por los largos desplazamientos a los molinos de

agua, e incluso verdaderos peligros en el caso de Tarazona de la Mancha.

Cuando el desarrollo industrial los hizo poco rentables, y perdieron su razón de ser, los molinos de viento se convirtieron en símbolos de su propia ruina. Un pasaje del Quijote ha hecho famosos a éstos, pero aun dentro de la propia decadencia, su contemplación, como integrantes de un paisaje sobrio pero grandioso, el manchego, continuaba suscitando emociones literarias y estéticas, entre los numerosos ejemplos reseñamos el del pintor Gregorio Prieto.

Ante la imparable desaparición de un elemento humano consustancial con el paisaje manchego surgieron voces abogando por ellos, que se intensificaron a mediados del siglo XX, cuando el periódico ABC publicó numerosos artículos de literatos, periodistas, políticos y pintores, sobre la desaparición progresiva de los molinos de viento, y la conveniencia de tomar medidas para conservar los más representativos aún en pie, sobre todo en la Mancha.

Actualmente, en pueblos manchegos tan significativos como Campo de Criptana, Mota del Cuervo, Valdepeñas, etc., presentan un plan museográfico, que facilita la comprensión integral del molino de viento. En la última de las citadas localidades, en la Fundación/Museo de los Molinos, se conservan numerosas obras del pintor Gregorio Prieto.

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