En apariencia, ayer era un día normal en los municipios del Levante almeriense. Los colegios y la mayoría de tiendas permanecían abiertas, como cualquier otro jueves de marzo. Sin embargo, las aulas estaban semi desiertas, los negocios cambiaron su horario habitual para acabar la jornada a mediodía y las calles estaban casi vacías. Y es que, a pesar de no constar como festivo, ayer se celebraba el Día de la Vieja, una tradición centenaria que paraliza a toda una comarca para disfrutar de un día en el campo, con la familia y amigos.
La mañana amaneció más fría que las anteriores, con un viento que no invitaba a salir de casa. Pero eso no frenó a las miles de personas que celebran esta festividad de origen incierto en los diferentes municipios de la comarca. Mayores y niños, cargados con la "vieja", un monigote hecho con cañas y papel de seda que esconde caramelos en su interior, ocuparon los lugares tradicionales para celebrar esta jornada en cada uno de los pueblos: la ermita de la Virgen de las Huertas en Vera, el merendero en Los Gallardos, el Cabezo María en Antas, las proximidades del pantano o los eucaliptos de Palomares en Cuevas del Almanzora, Cortijo Grande en Turre, y otros muchos lugares de Pulpí, Garrucha, Mojácar o Carboneras.
La tradición manda que, en el día que divide la cuaresma en dos, se celebre esta fiesta en el campo, con una comilona en la que no faltan los productos de la tierra como embutidos, habas, tortillas de patatas, carne a la brasa o, incluso hay quien se anima a preparar un arroz.
Quienes más disfrutan de esta jornada son, sin lugar a dudas, los más pequeños. Por un día, y sin que sirva de precedente, abandonan el colegio para jugar al aire libre, en el campo, y después de la comida "partir la vieja". Cada municipio mantiene una tradición diferente al respecto, aunque lo más habitual es lanzar piedras al monigote o golpearla con palos. Aunque también hay quien quema la vieja. Cualquiera que sea el método, el objetivo final es sacar de su interior todos los caramelos (a veces también esconde juguetes tradicionales como canicas, elásticos, tabas y demás).
El origen de esta celebración es incierto. Existen diversas teorías, aunque la mayoría coinciden en señalar su origen pagano, como una fiesta de la primavera, que debido a la buena climatología se adelantaría unas semanas respecto a otros lugares. Según estos estudios, se celebra el cambio de año estacional, del frío al calor, y por ello se "parte la vieja ", un muñeco realizado con cañas o maderos, trapos y papel de seda. La vieja simboliza, siempre según esta teoría, lo antiguo, el año que queda atrás y que se rompe para dar paso a un tiempo nuevo. No obstante, hay quien defiende que esta fiesta tiene su nacimiento en la orden de los franciscanos, y que la introdujeron en el Levante a través de Cuevas del Almanzora, a donde llegaron tras las expulsiones de los moriscos y la repoblación con ciudadanos de los reinos conquistadores.
Así, esta jornada supondría un día de alivio en el duro y exigente ayuno al que estaban sometidos los cristianos durante la cuaresma. El Día de la Vieja estaba permitido salir al campo y comer todo lo que quisieran.
Lo que sí está claro es que la tradición sigue viva, pasando de padres a hijos, y que cada cuaresma, la comarca levantina se paralizará un jueves para salir al campo y cantar a "la vieja remolona, de marzo o abril, que dentro de un momento la vamos a partir", como hicieron ayer miles de niños antes de lanzar piedras a este símbolo tan identificativo de la cultura del noreste almeriense.
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