EL canal #0 estrena mañana lunes un reality que no parece el típico reality de nuestros canales en abierto, con su rotulación abundante, la masticación en anécdotas y toda su carne para debatir de manera interminable. El Puente lo produce Zeppelin, la misma empresa que monta los Gran Hermano a cada momento, pero en este caso no hablamos de unos enclaustrados a verlas venir. El reality del principal canal propio de Movistar + se ha desarrollado en un bellísimo paraje de la Patagonia donde en una isla en el centro de un lago se esconde un tesoro. Un intermitente rojo advierte en cada instante la meta. Los quince participantes, con rudimentarios conocimientos de ingeniería y un material a lo justo (van a tener que serrar de lo lindo), deben construir en sólo un mes el puente de 300 metros que les lleve a ese ansiado lugar donde deberán decidir quién de ellos se hace merecedor de los 100.000 euros de premio. La sinopsis suena a historia y los de Zeppelin lo han convertido en una serie al estilo de Perdidos. Por allí anda de narradora Paula Vázquez, que anda más picada que una mandarina con las grandes cadenas.

Montar un puente con un equipo de quince personas requiere organización, fe, tenacidad y ambición. El casting hila filo y ha puesto en la convivencia a unos cuantos miembros que no están por la labor de acatar órdenes y de entregarse con la implicación que impone un reto así. Son sólo ocho capítulos. Los suficientes para todo salte por los aires. El Puente es una parábola sobre el liderazgo, la coordinación, los eufemismos sociales y las ganas de ayudarnos cuando se tratan de objetivos comunes. Es fácil identificar en sus participantes a personas que tenemos a nuestro alrededor. Algunos tienen la piel muy fina y exigen dignidades que no están a la altura de lo que ellos ofrecen a los demás. Seguro que les suena. Este reality es un compendio de lecciones morales sobre las esencias humanas. A Zeppelin les ha salido un Gran Hermano con más hondura filosófica y una realización preciosista que lo revaloriza.