Toros

Espectáculo con escaso lustre

  • Los matadores de toros-banderilleros Juan José Padilla, David Fandila 'El Fandi' y Manuel Escribano se marchan de vacío tras lidiar una corrida de la ganadería de Fuente Ymbro bien presentada y de juego desigual

Manuel Escribano, en una media verónica a su primer toro.

Manuel Escribano, en una media verónica a su primer toro. / reportaje gráfico: javier lizón / efe

La corrida, con tres espadas-banderilleros: Padilla, El Fandi y Escribano y un encierro de Fuente Ymbro en tono desigual, dejó la sexta de la Feria del Toro con escaso lustre y sin trofeos. De los diestros, que compartieron los palos en los dos primeros toros, destacaron en el segundo tercio, ya en solitario, El Fandi y Escribano, ante el quinto y el sexto toro, respectivamente.

Padilla no se encontró en ningún momento a gusto con su lote. Tras ser sustituido el primer toro al romperse un pitón contra un burladero y destrozarse la médula, el sobrero del mismo hierro resultó gazapón. El jerezano, tras un desarme en el tanteo, abrevió.

El Fandi y Escribano escucharon sendas ovaciones y Padilla fue silenciado

Con el parado cuarto, al que no banderilleó -esperó muchísimo-, no se confió.

El Fandi, bien y variado con el capote, no tuvo opciones con el segundo, un cinqueño, corniabierto y muy astifino, que embestía a oleadas y al que había recibido con una larga cambiada de rodillas.

El Fandi fue un torbellino ante el quinto, cornilevantado, al que recibió con hasta cuatro largas cambiadas de rodillas en los tercios. En un quite por lopecinas estuvo a punto de ser cogido. La faena, bulliciosa, que comenzó de rodillas, estuvo marcada por una gran entrega ante el manejable animal y con muchos guiños al sol, entre ellos, desplantes de rodillas. El granadino tenía al público conquistado, pero falló con los aceros y lo que iba para premio quedó en una ovación.

Escribano, muy dispuesto ante su lote, dibujó los mejores muletazos de la tarde. El sevillano se la jugó en una larga cambiada a portagayola en la que apuró hasta el último segundo para cambiarle el viaje al toro, un ejemplar que resultó noble -el mejor pitón, el izquierdo- y que fue a menos. El gerenense manejó con temple la capa en unas verónicas, que abrochó con una bella media. Vivió un susto al tropezarse con su capote y quedar al descubierto, con un quite oportunísimo de Punta, brilló en banderillas en un par al quiebro por los adentros maravilloso. Brindó su faena a los pastores del encierro, con los que había compartido por la mañana carrera y realizó una buena obra, especialmente con un par de naturales que fueron oro molido. Luego, desplante y otros efectos para la galería, que aquí son los mozos de las peñas. Cerró con unas manoletinas y se respiraba premio, pero el torero pinchó por partida doble y todo quedó en una ovación tras un aviso, que escuchó antes de entrar a matar.

El sexto fue el toro más voluminoso -610 quilos-, cuesta arriba y largo, al que le costaba pasar. Escribano, que lo recibió con una larga cambiada en la que tuvo que echar cuerpo a tierra y soltar el capote para evitar la cornada y otras dos de hinojos, brilló en el segundo tercio. Luego con la muleta, únicamente pudo mostrarse voluntarioso.

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