La serie

Y creo que hasta el Tristán Ulloa real, que por lo visto existe, vuelve a la ficción para negarla. El horror, la serie.

La culpa, la conciencia. El mundo, demonio y carne, el sexo, la lujuria. Las pistas y los datos, la investigación, documentales y noticias. Lo de las cámaras, los horarios, los datos digitales de día, hora, minutos y segundos. Netflix. La tortuosa carrera de Candela Peña, siempre entre el éxtasis y la agonía, entre la agonía y el éxtasis, como esa novela-película. Siempre al borde de sí misma. El abismo, la luz de la luna, la luna, las linternas, los guardias civiles, el juez instructor, el fiscal, el juicio, la vista, el jurado, las declaraciones. Las decenas o cientos de pastillas de lorazepam machacadas, lorazepam u orfidal que es el nombre comercial de una marca, siendo el genérico lorazepam el mismo principio activo, una benzodiacepina o derivado, pero si se llama orfidal es como si entrase más rápidamente en la sangre que si se llama lorazepam, como una inyección, como el dulce veneno que te transporta a mundos relajantes y espectrales, moribundos sucesos que si fuesen ficción serían menos aterrantes porque sí, la realidad supera a la ficción, es más, la realidad ya es una ficción, un argumento, un guion, una reunión de directivos de Netflix, una contratación de actores, figurinistas, montadores, y guionistas que no necesitan inventar nada, la realidad ya se lo da todo inventando y hasta casi el libreto con los diálogos, las imágenes, el script, el storyboard, el título, los nombres y apellidos, el día y la hora, los escenarios, el color del pelo, las gafas, la barba. Falta distinguir quién es quién, si Candela Peña es Rosario Porto o sigue siendo Candela Peña. Si Candela es la actriz o la verdadera asesina, si Candela es culpable o inocente. La culpa, otra vez, la conciencia, una vez más. Y otra vez el mundo, el demonio y la carne. El pecado, el pecado original, origen de todos los precipicios a los que ir yendo poco a poco hasta llegar e ignorar que ya estás cayendo y que eso no está pasando. Está o no está pasando, ha pasado o pasó pero si lo estás viendo, está todo clarísimo en la pantalla del televisor de plasma, el juez (o es un actor, Javier Gutiérrez) está acosando a los imputados y tiene ya el veredicto de culpabilidad y solo le fastidia que las pruebas a veces actúen en su contra. Javier no has sido imparcial, te has pasado. Y creo que hasta el Tristán Ulloa real, que por lo visto existe, vuelve a la ficción para negarla. El horror, la serie.

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