Agricultura

La sandía almeriense, a punto de caramelo

Manuel García selecciona algunas de las sandías que tiene en su finca en El Ejido. Manuel García selecciona algunas de las sandías que tiene en su finca en El Ejido.

Manuel García selecciona algunas de las sandías que tiene en su finca en El Ejido. / Javier Alonso (El Ejido)

Escrito por

· Pablo Laynez

Redactor

La mañana se presenta calurosa. De hecho, en un primer momento la cita era a las doce del mediodía, pero Manuel es el encargado de disipar la idea. “Va a hacer calorcillo”, responde por guasap. Él mejor que nadie conoce su finca. Evidentemente, a las diez y media, hora final, la temperatura también es alta, casi insoportable para productor, periodista y fotógrafo, pero magnífica para las sandías, que son las que viven ahí dentro.

Los invernaderos almerienses ya han arrancado las matas de tomate, pimiento o calabacino y ya han metido los cultivos de primavera-verano. Por poniente y levante se ven unos ejemplares de sandía y melón que uno se recrea con su sabor y se le hace la boca agua sólo con mirarlas. Eso decían las sandías blancas y mini de Manuel: “Cómeme”. Aunque todavía le faltan unos días. “Son alrededor de 45 días desde que metemos las colmenas”, explica este agricultor ejidense que tiene una hectárea de sandía, además de trabajar también el pimiento y el calabacín.

“Soy optimista en esta nueva campaña, la pasada fue catastrófica para nosotros, vendimos a 20 céntimos”

La herencia agrícola le viene de familia [su padre, una persona amabilísima, llega casi al final de la entrevista para explicar lo que eran esos campos de poniente antes de que se construyeran los invernaderos], aunque la finca es propia. Produce en torno a cinco o seis kilos por metro, lo que en un buen año pueden significar en torno a cincuenta o sesenta mil kilos. Desea, como no podía ser de otra manera, que éste sea un buen año después de que el año pasado naciera ya torcido. “El comprador no las quería, los precios estaban muy bajos, entre 18 y 25 céntimos, y no te ponían nada más que excusas. Fue una catástrofe la verdad, no recuperamos los gastos”, recuerda Manuel, que ve indicios en estas primeras semanas para ser optimista: “Ahora mismo, por lo que estoy viendo en los grupos de guasap, se están vendiendo a 60 ó 65 céntimos. Ésos sí que son unos buenos precios para nosotros”, dice mientras muestra algunos ejemplares y explica la manera de sembrarlas.

Algunos ejemplares, que se empezarán a coger a partir de la semana que viene. Algunos ejemplares, que se empezarán a coger a partir de la semana que viene.

Algunos ejemplares, que se empezarán a coger a partir de la semana que viene. / Javier Alonso (El Ejido)

Aunque las sandías más tempranas ya han entrado en el mercado, principalmente las tempranas de Níjar, el subidón viene en torno al 5 de mayo: “Ahí llega nuestro golpe gordo de producción”, que marcará el desarrollo de la campaña: “Si las sandías están caras, los compradores están deseando venir a la finca para cortar. El problema es que no las quieran y tengas que buscarte la vida”, aunque en el caso del ejidense tiene el colchón de seguridad que le aporta la cooperativa EjidoMar, que es donde él vende: “Puedo llevarlas sea cual sea el precio”. La campaña se alarga hasta mitad de junio, cuando empieza en zonas levantinas como en Antas, San Pedro del Pinatar... “Son sandías de calle, también están muy buenas, aunque para mí nada tiene que envidiarles las nuestras de invernadero”, defiende con ahínco su producto, al que sus palabras denotan que cultiva con especial cariño.

Con las tijeras ya bien afiladas y el camión lleno de gasolina para empezar a cortar la semana que viene, a Manuel y a los compañeros de su gremio les preocupa todo el género que está entrando de terceros países. “Aquí ya hay sandías de Senegal o Mauritania, al igual que melones de Brasil. Buena parte de lo que se vende en mercadillos o puestos ambulantes, es de fuera y es una competencia que nos afecta muchísimo. Además, es competencia desleal porque no tienen las mismas exigencias sanitarias que tenemos nosotros a la hora de cultivar, puesto que en sus países las normativas son distintas. Y claro, una vez que no trabajamos igual, la calidad de sus productos no es igual a la que aquí tenemos”, dice entre orgulloso y preocupado, como están todos los profesionales del sector, por la cantidad creciente de frutas y hortalizas que están entrando por las fronteras de la Unión Europea con controles deficientes.

A Manuel se le nota poco el sudor, la gorra evita que las gotas chorreen de la manera en la que lo hacen por la cara del periodista. El calor aumenta conforme transcurre la entrevista. “Los invernaderos de sandía están poco blanqueados, a las sandías les gusta mucho el calor”. No hace falta un notario para atestiguarlo, allí descansan ellas hinchándose por momentos, como cuando un balón se queda al sol. “A este tipo de fruta le afectan mucho los cambios de temperatura. Necesitan sol y calor, sobre todo cuando se meten las colmenas para polinizar. Si llueve mucho, la flor no se abre y el cultivo se pueden echar a perder”, algo que apenas ha pasado este año ante la escasez de precipitaciones. Además, como la mayoría de cultivos, las plagas son su peor enemigo: “El pulgón es lo que más le afecta. Si no lo tratas adecuadamente, con los productos permitidos por las normativas, se te llena de plaga. Es criminal”, reconoce.

Todo está preparado para que la semana que viene sea intensa, con los cortes y la comercialización. Manuel mantiene la sonrisa, es optimista. El pimiento ha tenido buen precio, le quedan un puñao de cajas que llevar a la cooperativa, antes de que todo el cargamento de sandías se suban al camión. La mayoría saldrán rumbo a Europa, pero Almería también probará algunos de los ejemplares de un campo que haga frío o calor, siempre trabaja.

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