Almería

MICHELÍN La tecnología que el Cabo de Gata esconde

  • Las pistas, un total de 48, se dibujan entre los viejos volcanes erosionados y en medio de una increíble variedad de plantas que han sabido adaptarse a la falta de agua y multitud de especies animales que se mueven por los terrenos.

Un camión rodando sólo en un óvalo. Un dúmper en un infernal sendero de cantos rodados dirigido por ordenador. Una pista de tierra de 14 metros de ancha y once kilómetros de longitud que bordea 4.500 hectáreas. Un drago de 500 años sólo en la tierra volcánica de Cabo de Gata. Un Catepillar 795 que carga 600 toneladas... Son algunos ejemplos de lo que esconde el Centro de Experiencias Michelín en Almería. Un emporio industrial de última tecnología convertido en el eslabón más importante en la cadena I+D+i de la multinacional francesa. Aquí el hombre, la técnica y la economía conforman un gran objetivo de progreso. Nació en 1973 como un complejo específicamente destinado a la experimentación con grandes neumáticos de obras públicas y minería y se ha convertido en uno de los centros más importantes del mundo en la materia.

Cerrado a los ojos de curiosos para evitar el espionaje industrial, el CEMA somete a sus productos a las más duras pruebas antes de dar el visto bueno para su fabricación. Un centro de tecnología avanzada que, además, en palabras de su director Javier Deleyto, asume su responsabilidad "en la conservación de un entorno único".

Cuando lo escuchas hablar de un neumático, que " a simple vista parece una masa negra y redonda más o menos grande", aprendes que encierra tras esa aparente simplicidad una extraordinaria máquina de precisión, con centenares de componentes distintos, que han sido cuidadosamente seleccionados. Tanto es así que en las instalaciones del Cabo de Gata se mezclan más de doscientos profesionales, entre los que destacan investigadores especializados en Física, Química, Informática, Botánica, Matemáticas, Cauchutería, Mecánica, así como ordenadores de última generación, microscopios electrónicos y laboratorios equipados con la tecnología más avanzada.

Sorprende, por ejemplo, como se realizan radiografías a los neumáticos para conocer su grado de desgaste o la aplicación de tecnología de ultrasonidos para saber dónde se han dañado y por qué. La tierra rojiza del Cabo de Gata se entremezcla en el centro de pruebas con el amarillo de los dúmper, el blanco de los camiones de pruebas privados, el ocre de las cisternas regando un pedregal o el blanco inmaculado del cortijo recién restaurado y el molino cercano al depósito de agua de Cabo de Gata, en el que un aguilucho ha decidido anidar. El verde es el de las chumberas y al fondo las salinas se confunden con el azul del mar y el rosa de los flamencos.

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