Almería

El Padre Ebro

  • Agua y vino hacen camino. La viña es cultivo mítico, bíblico. Estamos en la zona vitivinícola de la Rioja. Pero también es tierra de agua: la del grande y ancestral Río Ibero

AL principio no nos fiábamos de la potabilidad de las fuentes pero nunca nos sentó mal el agua. Cosas del Camino: el cuerpo y la mente sufren tal proceso de adaptación que uno es capaz de lo que jamás hubiera imaginado: andar 25 kms diarios, soportar las ampollas, asimilar todas las aguas…

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En la capital carlista, uno de los capiteles del Palacio de los Reyes de Navarra, románico civil, muestra a Roldán, convertido en el gigante vasco Errolán, luchando con el moro Ferragut, que es invulnerable. Roldán le hinca la lanza en su único punto débil, el ombligo, mientras Ferragut rompe la suya contra el escudo del cristiano.

La Iglesia del Santo Sepulcro, cerrada y sin culto, tiene una portentosa fachada que alude al Camino Interior que recorre al peregrino, y ya son tres: el físico, el espiritual y el de las estrellas.

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El Monasterio está a los pies de Montejurra, otro lugar carlista. En Ázqueta D. Pablo Sanz, Pablito el de las varas, renovaba los gastados bordones a los caminantes. Nos señaló el km. 100 y nos dijo que los enemigos del peregrino son tres: las ampollas, los perros y los curas. Desde allí hasta Los Arcos había 13 kms sin fuentes, sin pueblos, sin nada. El Albergue, además, estaba lleno.

En Torres del Río vimos la Iglesia del Santo Sepulcro, románica del Sg. XII, octogonal y templaria, como la de Eunate. No tiene claustro, pero un banco de piedra circular revela cómo allí se celebraron ritos a los que solo unos pocos tendrían acceso.

Cerca del Albergue, un "guiri" nos dijo: "C'est complet, c'est complet". Así que, muy a nuestro pesar, pues estábamos verdaderamente cansados, nos fuimos. Luego supimos que era mentira.

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Hechos polvo, hicimos 11 kms más hasta Viana, donde vimos, a la puerta de la catedral, la tumba de César Borgia, hijo de un Papa, general del ejército pontificio contra Carlos I de España y gran conspirador. Murió aquí y para expiación de sus pecados se hizo enterrar donde todos pisaran su tumba.

El Albergue Andrés Muñoz recuerda al inventor e impulsor de la señalización del Camino con flechas amarillas. En él, mi compañero se curó, dolorosamente, las grandes ampollas de sus pies: eran tales que aquel día yo resolví volvernos para Almería. Pero él se negó en rotundo. ¡Y aún nos quedaban 572 kms hasta Santiago!

Logroño

Poco antes de Logroño, a la orilla misma del Camino, la Tía Felisa, con más de 80 años, sellaba las Credenciales y, por la voluntad, ofrecía higos y agua. No nos firmó porque no sabía.

De Logroño visitamos sólo la Calle del Laurel, llena de bares. Allí la llaman Senda de los Elefantes, porque todo el que entra sale trompa.

El padre Ebro vertebra la región con su apabullante caudal portador de riqueza, de historia, de civilización. El puente de Logroño lo construyó Sto. Domingo de la Calzada, aunque el que pervive es de 1884.

Salimos de la capital riojana por la interminable Calle Marqués de Murrieta y a 5 kms, en el Pantano de La Grajera, comimos y descansamos los pies.

NAVARRETE

A eso de las 6 de la tarde entramos en Navarrete. El Albergue, una casa blasonada reconstruida, es quizá el mejor del Camino. Manuel, el hospitalero, nos recibió con frescas tajadas de sandía y agua, nos asignó dos buenas camas y nos reservó un turno de lavadora en pugna con una familia francesa que se empeñaba en acaparar todos los aparatos:

-¡Cuánto me gusta ver a padre e hijo haciendo juntos el Camino! -decía.

En la cena me cogí una cogorza de vino de Rioja y gritaba por el móvil: ¡Gora San Fermín!

A las 6 de la mañana Manuel nos despertó, nos llamó, nos encendió la luz, nos insistió y casi nos amenazó para que nos levantáramos:

-¡Soy una mosca cojonera!, decía (y yo lo repetía después, de broma, por todo el Camino).

Él nos preparó el desayuno (café soluble, leche, galletas, mantequilla y mermelada… ¡gratis!), mientras su mujer, Esther, nos recogía y doblaba la ropa seca.

Buen albergue el de Navarrete, de muy grato recuerdo. Así lo dejé escrito en el libro de firmas.

Ese día pensábamos hacer solo 16'2 kms hasta Nájera.

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