Almería

El Ave Fénix

  • De dado a dado. De Triacastela a Castañeda, el peregrino medieval se obligaba a transportar una piedra para la construcción de la Basílica de Compostela. Y si no, debía volver a por ella

EN un bar de Cacabelos nos comimos un bocadillo de pan de ayer con tortilla del otro día y, en el Santuario de la Virgen de la 5ª Angustia, le hicimos fotos a la Virgen y la visitamos con mucho respeto.

Una partida de cartas

Pero en realidad lo que vinimos a ver era una tabla del Sg. XVII, muy simple de traza, que representa a un Niño Jesús jugando a las cartas con un fraile: Él muestra un 4 de copas mientras éste le entrega -o, al revés, le toma- un 5 de oros. La copa representa lo mundano y el oro lo trascendente. Es raro que la Iglesia haya permitido tal representación aquí, pues nunca ha visto bien los juegos de azar.

villafranca del bierzo

Llegamos a la Puerta del Perdón de la Iglesia de Santiago, que por Privilegio Papal otorga el Jubileo al peregrino que llega enfermo y no puede seguir viaje, como si llegara a Compostela.

El Albergue de Villafranca es privado. Se llama Ave Fénix, pues se ha quemado y resurgido de sus cenizas dos veces gracias a la obstinación de Jato, que lo construye y reconstruye continuamente. Nos presentaron a este verdadero Santón del Camino, un hombre singular, con quien hablamos de Templarios y del Juego de la Oca, le vimos hacer una limpieza de aura y nos invitó a una queimada con su verdadero conjuro.

historia de arnold

Y cuando hablábamos con Jato de verdaderos y falsos peregrinos, apareció bajo la tormenta, como una sombre del pasado, fantasmal, un hombre seco, acartonado, curtido de sol, pellejudo y sudoroso: Arnold Schluep, suizo alemán, ex-joyero, viudo y con... ¡81 años! En una breve conversación con traductor nos explicó que era ¡la 3ª vez! que hacía el Camino, la 2ª ese año. Imprudente, le hice la pregunta que no se hace nunca, bajo ningún concepto, al peregrino: ¿Por qué? Condescendiente y sabio, contestó:

-Porque andar es lo único que puedo hacer ya en completa libertad.

Escribí sobre él un relato, publicado por la UNED.

el cebrero

Dicen que cierto día invernal, de mucho frío y ventisca, el cura del lugar celebraba Misa en solitario, pues con la nevada nadie había acudido a escucharle. Justo antes de la Consagración, entró un aldeano de Piedrafita que todos los días subía. El cura pensó para sus adentros en la locura de aquel hombre cuya fe le había hecho subir al Cebrero aquel frío día y lo inútil de su heroico acto, pues nada le iban a aportar para su vida un poco de vino y un trozo de pan. En ese mismo instante el vino se volvió sangre y, el pan, carne. El espanto del incrédulo cura fue tan mayúsculo como el asombro del aldeano. Desde entonces está expuesto el cáliz en el altar de la iglesia.

Aquella noche, sin saberlo, se ve que me metí a torero, pues un grupo de niños que había en el Albergue coreaba cada uno de mis ronquidos:

-¡Oooolé! ¡Oooolé! ¡Oooolé!,

Pasado un rato ya no se reían tanto.

un paseo por las nubes

Subiendo el Alto do Poio, techo caminero en Galicia, las nubes iban cayendo por las laderas de pinos, robles y acebos, quedando por debajo de nosotros. A partir de aquí se irían sucediendo las escenas genuinamente gallegas. Pues el Camino, en la Galicia profunda, discurre por las llamadas corredoiras y frecuentes bóvedas vegetales suelen ocultar la Senda en la umbría de robles, castaños, pinos y eucaliptos de repoblación. Es paisaje, de un verde abrumador, alegraba la vista de estos andaluces del árido y casi africano desierto almeriense. Galicia es todavía un paraíso.

Descansamos en Triacastela y, cargados con sendas piedras como manda la tradición caminera, llegamos a Samos. El Albergue, húmedo y sucio, con colchonetas mojadas y mantas apestosas, fue el peor del viaje. Al día siguiente, pasado Sarria, llegamos al Kilómetro 100 (desde Santiago).

portomarín

El Camino pasa sobre el puente que cruza el pantano. Hay que subir unas mortales escaleras hasta la Iglesia de S. Nicolás, románica del Sg. XII. Parece una fortaleza, pues era de la Orden de Caballeros del Hospital de S. Juan de Jerusalén, señores del lugar. Trasladada piedra a piedra del pueblo antiguo para salvarla del pantano, la orientaron mal, por lo que ha perdido la luz original que le proporcionaba su gran rosetón.

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