Almería

El sacrificio de los diabéticos en Ramadán

  • Contactar con un sanitario para realizar el ayuno de forma sana y preparar el cuerpo para que lleven un buen control metabólico

Es difícil en el sentido físico, pero compensa en el espiritual. Es un símbolo de humildad, de ponerse en la piel del otro, de lo que siente el pobre o el enfermo que no pueden comer cuando tienen hambre. Idrisia Salhi explica qué significa para ella el Ramadán, que comenzó el 28 de junio y finalizará el 28 de este mes. Con un pañuelo de vivos colores tras el que se oculta el pelo, resaltan sus ojos negros y una gran sonrisa que le llena el rostro. Las alfombras que cubren todo el suelo y las sábanas que cuelgan inundan de calor la sala de la mezquita Almuhseneen, donde se encuentra también el imán Abdallah Mhanna.

Es un hombre de altura media, fuerte. Este palestino de 44 años comenzó la mañana como el resto de su comunidad en Ramadán: a las cuatro y media de la madrugada es una nueva jornada. Comen algo a las cinco y empieza su ayuno. Desde el alba hasta que desaparece la última luz del sol no pueden ingerir ningún tipo de alimento. Sin embargo, lo hacen de buena fe. "Una se siente más relajada mentalmente. Más cercana a Alá y protegida de lo malo", añade Idrisia.

Abdallah asiente, pero tiene un inconveniente en la realización del Ramadán: es diabético. Le diagnosticaron hace ocho meses esta enfermedad. Está exento de su práctica, pero este acto de fe es realizado por muchos musulmanes aunque su religión indique que no se necesario. Mujeres embarazadas, en lactancia o con el período, personas que se encuentran de viaje o enfermos no tienen que ayunar. "Hay que ser responsable", explica Mhanna. "El islam ama la vida", con lo cual es una contraindicación que un enfermo deje de comer.

"No tienen por qué hacerlo, pero quieren. Insisten", dice Lucía Túnez, enfermera de Atención Primaria en la Unidad de Gestión Clínica Alcazaba. Es la sanitaria que atiende al imán mientras dure el Ramadán. "No podemos obligarles a que no lo hagan". Les toman como una amenaza, pero no lo son. "El profesional sanitario debe acompañarlos. Van a realizarlo sin contar con los facultativos, poniendo en riesgo su salud".

Cada año el Ramadán, el noveno mes lunar de los musulmanes, se adelanta 11 días. Esta vez coincide en verano: más calor, más duro físicamente y días más largos. Para los diabéticos que interrumpen su tratamiento, lo ideal sería una adaptación a la nueva etapa, como hizo Abdallah. Antes tomaba metformina, una pastilla por la mañana, media en el almuerzo y media en la cena. "Ahora es una a la madrugada y otra cuando baja el sol".

El imán explica que estaba asustado. Comenzó a prepararse para el ayuno un par de meses antes. "Me preocupaba que si hacía el Ramadán y me dañaba, no sería buen creyente. El Ramadán busca vida". Según Túnez, es lo ideal para todos los casos de personas diabéticas que lo practican. En ocasiones, explica la enfermera, los musulmanes diabéticos abandonan su medicamentos e incluso ponen en riesgo su salud por la deshidratación. En esas ocasiones, ella aconseja que se introduzcan un cubito de hielo en la boca para saciar la sensación de sed.

También hay que cuidar el tipo de vida que llevan durante todo el mes. Evitar las horas de máximo sol, dormir siesta y examinar continuamente la cantidad de azúcar en sangre. "Lo ideal sería tener controlados a todos los diabéticos de la comunidad musulmana", explica. Según la Sociedad Americana de Diabetes, sería lo correcto para que, con antelación, se les pueda preparar y que intenten llevar un buen control metabólico. En el caso del imán Mhanna, el ayuno incluso le ha beneficiado. "En un día normal tenía el azúcar a 130. Ahora llega a 95", comenta mientras sonríe sentado en un banco en la sala de la mezquita.

"Nosotros seguimos sobre todo las indicaciones de los médicos". El Ramadán es algo voluntario, un acto de fe. Según los últimos datos, la población musulmana en España es de 1.732.000 personas, de las cuales indican estudios médicos que se estiman unas 240.000 con diabetes, un 13.85% del total. En el caso de no poder cumplir con el ayuno, esta comunidad alimenta al necesitado que ellos elijan. "Una cena en Almería cuesta unos cinco euros, y ellos, si quieren, es lo que tienen que darle", finaliza el imán.

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