Almería

Juan, el pastor de Turre

  • Recorre las tierras de Turre desde hace exactamente tres años · Con la inestimable ayuda de su amigo y socio inseparable Moro, Juan Mañas es capaz de controlar a más de un centenar de ovejas

'¡Yei, Moro, andá al olivo!'. Y el perro, de pelo negro, ojos despiertos y patas veloces, arranca hacia un par de olivos en cuyos alrededores las ovejas andan dispersas. Moro da un pequeño rodeo hasta llegar a la más lejana, a su sola presencia las ovejas se agrupan en redondo, por un momento el movimiento de los animales recuerda a las olas de los trigales al vaivén del viento.

A Juan Mañas no le gusta el nombre de Moro 'lo compré así, con ese nombre y ya no se lo voy a cambiar. Es un perro con mucha fe, trabajador, lo he tenido que hacer yo a estas faenas, antes trabajaba de cualquier manera. Ahora es un fenómeno, el perro vale más que las ovejas'. Juan Mañas es pastor de ovejas, vida dura, vida muy arrastrá, desde que a los seis años y va camino a los sesenta y dos, se puso a pastorear.

Nacido en Alfaix, lo ha corrido todo con el ganado: Sierra Nevada, Canjáyar, Fiñana, 'no he fallado más que cuando hice la mili en el desierto del Sahara, en la policía territorial, diecisiete meses sin permiso ni nada, del tirón, hasta que me dieron la cartilla, me vine con cuarenta días de permiso indefinido. Pero mi vida siempre ha sido esto, el ganado. ¡Yei, Moro, la cuneta!'. Fino de oído, inteligente sobrado, el perro pastor que no levanta más de seis palmos se planta ante las ovejas que, con un ligero trote, vuelven al pasto.

Juan sale a las siete de la mañana y termina a las diez de la noche, haga sol, llueva, con frío, 'de lunes a domingo, no descanso nunca, yei, Moro, mi zagal no quiere seguir con esto y yo le digo que busque otra cosa, que esto es muy, no sé, que se busque la vida con otro trabajo'. Juan Mañas camina catorce o quince kilómetros diariamente, allá por los montes de Sierra Cabrera en ocasiones, y en otras por donde le pille. Siempre solo 'cuando estás por ahí piensas en todo, en mi mujer, en mis hijas, en la vida, hay veces que me aburro, pero qué hago, me gusta esto, me he criado en ello y me gusta'. Una oveja está criando un cordero recién nacido, 'Moro, Moro, andá p'allá'.

El buen pastor conoce a las novecientas ovejas que lleva en el rebaño, unas suyas y otras de un muchacho de Turre. A su decir, las hay mejores y peores 'en sitio de mucho monte a lo mejor una va a criar, se ha quedado en un hoyo escondida y no la ves, pero no se me pierde ni una, las conozco a todas'. Mientras habla, Juan no le quita la vista al rebaño. Con gestos, silbidos, palabras sueltas, controla a las ovejas, ordena al perro, la manada está tranquila.

Tiempo atrás a Juan Mañas le operaron de una hernia de disco y durante una temporada las ovejas comieron en la cuadra porque a un muchacho de Turre no le dio confianza salir con ellas, no fuera que hiciese un destrozo. 'A las ovejas hay que entenderlas, sino no es posible bregar con ellas, tienen sus cosas, no las manejas así como así, Moro, Moriiico, aquella, va'.

Entre los muchos pensamientos que teje durante el día, a Juan, a veces, le da por pensar en la jubilación, le entristece que llegue ese día 'cuando estoy solo por ahí pienso qué va a ser de ellas. Yo sé que un día tiene que ser, pero lo pienso, lo pienso. El día que diga ya no voy más con ellas, desaparecen; me da pena, antes tenía cabras y las tengo encuadrás, no quise rematarlas porque, la verdad, me he criado toda la vida con cabras, con ovejas'.

De cuando en cuando, el perro, Moro, mira al pastor, a Juan, pendiente de sus movimientos, de la postura. El uno y el otro se conocen hasta en lo más imperceptible. Cuando Juan cambia de mano el garrote, Moro sabe lo que significa. Gira la cabeza, afila las orejas y se va a por unas ovejas que andan a su aire, al despiste.

'Claro, a mis nietos les gusta esto, es un juego para ellos, me ven y les gusta, pero yo les digo que no, vosotros a tomar otra ruta que esto no. ¡Yei, caqui, ahí! Esta es una faena que se acaba con el tiempo'.

El aire de la tarde ha cogido la fuerza del viento, los animales notan el cambio y Moro se multiplica para mantener el rebaño junto. De cuando en cuando se acerca a recibir la gratificación de Juan, una caricia, una palabra. Y de nuevo a la brega.

Juan lo observa: 'tengo cinco perros, este, tres machos más y un hembra. Estos funcionan, trabajan bien. Tengo otro que es hermano de Moro, hijo del mismo perro y de la misma perra, pero está aprendiendo'. Juan Mañas, tres años recorriendo las tierras de Turre y de profesión: Pastor.

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