Almería

Pasión por la cocina tradicional

  • Gustavo de los Reyes, chef y gerente del mesón Los Molineros en Castro de Filabres, cuenta a sus espaldas con una historia de amor a la buena mesa · Busca, ante todo, la innovación en los platos

No se asomaba porque era mayor ya para ponerse de puntillas al lado de las ollas y escuchar la suave ebullición y el burbujeo de un caldo recién hecho. Ya contaba con 17 años cuando Gustavo de los Reyes empezó a sentirse atraído por el trabajo entre fogones, por los olores que anuncian un buen momento a la mesa. Como es tradicional, de casta le viene al galgo y de su padre le vino a él. Contaba con negocios de hostelería, concretamente el restaurante Los Trinones en la capital, además de los Reyes Casa de Gustavo.

La experiencia le valió para mucho. Descubrió que realmente era lo que le gustaba y aceptó un puesto de trabajo en una marisquería, donde estuvo tres años y medio. Era un ámbito nuevo pero a él le valía para completar. Un afán inusitado de aprender que le alzaría con el reconocimiento de sus clientes, familiares y amigos, y el suyo propio. El siguiente paso fue un restaurante - pizzería. "Me di cuenta de que me gustaba mucho cuando empecé a elaborar los platos, además me sirvió para decantarme por la más tradicional". No dejó de lado, pese a sus afirmaciones, la repostería.

Un día recibe la propuesta de trabajar en el municipio de Castro de Filabres. No le sorprendió porque conocía el potencial de esta zona. Igual por explorar... pero fuerte. "Lo que más me gusta preparar aquí es básicamente elaborado, así como los platos más típicos", resalta. "La zona me da pie a cocinar cosas como gachas, migas, trillos, gurullos o conejo al ajillo". Muchos vecinos le piden bacalao... pues él hace bacalao. "De cualquier modo, siempre está bien". Se muestra cercano a los presentes, que ocupan los asientos del mesón llenos de ganas y expectantes por lo que van a encontrar. Respecto a las influencias, intenta tomar de cada uno de los cocineros que le gustan lo que considera mejor.

"Tengo libros de todos, me llama la atención la cocina de laboratorio, pero sé que ahora mismo no puede estar entre mis opciones". No recuerda su nombre, pero sí que le impactó por su modo de trabajar. "Es un chaval vasco, que salía en Antena 3, aunque también está Karlos Arguiñano, que trabaja a su modo en otro sitio, pero que es de lo mejor, para qué negarlo". Sigue de cerca cada paso que dan los grandes maestros entre fogones, y aunque él no se considera entre ellos, sí admite que "el trabajo es la base de todo éxito".

Al fondo del comedor, o más bien en un lateral, hay un fuego donde calentarse. Un rincón donde se encuentra el rojo corazón de estas instalaciones. Y en torno a él se colocan las mesas, la gente, las risas y el compartir un café o una buena copa de vino. Por eso cada vez son más los que escogen esta opción. "Por aquí viene la gente del pueblo, tenistas... personas que quieren pasar un fin de semana o algunos días sueltos", afirma orgulloso. Sabe que se ha convertido en referente a nivel local. "Hace poco tiempo tuve en una mesa más de ocho personas de la Universidad de Almería, todos ellos profesores, después vinieron más cualificados, gente importante", asegura. Para impresionar, o para conquistar, dispone de un plato del día siempre preparado, para quien quiera disfrutar de la variedad en la mesa. "Este fin de semana, por ejemplo, tenemos gachas con trigo". Y de nuevo el denominador tradicional. La cocina de siempre, la de las abuelas, la que él ha aprendido, que convierte en arte. "He visto pasar muchos años metido en faena, por eso he observado cómo evoluciona la cocina, desde que empecé lo más importante y elaborado siempre lo han hecho los vascos". No obstante, las cosas cambian. Y Andalucía aprende, se supera.

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