Almería

Un rescate 'peludo' en un acantilado a 50 metros

  • Los Bomberos del Poniente salvaron de la muerte a una pequeña perra · Ahora es la nueva mascota de la Escuela de Buceo, tras su paso por el veterinario

Desde su sede en el Puerto Deportivo de Aguadulce, los miembros de la Escuela de Buceo Aquatours Almería llevaban cuatro días escuchando los lamentos de un perro sin saber exactamente de dónde procedían, pero el pasado martes un paseante supo ubicar el lugar desde el que llegaban los lloros caninos. Era en pleno acantilado, a casi 50 metros de altura. Se dio aviso a los Bomberos del Parque del Poniente, que llegaron desde El Ejido. La Guardia Civil cortó el tráfico en un carril para permitir las operaciones de rescate y ante los asombrados ojos de los automovilistas, que pensaban que podía tratarse del accidente de uno de los cientos de parapentistas que sobrevuelan las zona, comenzó a izarse la escala de los bomberos.

El cabo Carlos Manuel Ruiz González, cual héroe de novela, con nueve años de profesional a sus espaldas, fue el encargado, junto a otro compañero, de ascender los treinta metros de las escaleras y subir trepando otra docena de metros más por la roca dura, árida y pelada. Allí estaba, resguardado en un recoveco pero a la intemperie y soportando el sol, un pequeño perrillo, una perra, muy similar a la raza pekinesa, y con su misma tradicional mala leche. "Cuando fui a cogerla intentó morderme, tuve que echarle un lazo y meterlo en una bolsa. El animal estaba muy nervioso tras varios días allí atrapado, a más de 40 metros de altura", recuerda el cabo Ruiz González, quien en otros servicios en el Poniente ya ha rescatado aves rapaces, cabras o incluso un guacamayo.

Los bomberos tuvieron que abrir un hueco en las mallas que se instalan para evitar que los desprendimientos de las rocas lleguen a la carretera y poder alcanzar así el lugar donde se encontraba el animal, donde llevaba varios días, sin saber exactamente cómo había podido quedarse ahí. Ascender es imposible, así que debió ir bajando hasta quedarse junto a la malla metálica. "No tenía ninguna herida visible, por lo que no creemos que se cayera desde lo alto de los acantilados, debió llegar por su propio pie", pensaba el cabo Carlos Manuel.

Una vez rescatada la perrilla, quedaba por decidir qué hacer con el animal recién recogido. La respuesta la tenía el director de la Escuela de Buceo, Fernando Orri, quien pidió a los bomberos y a los agentes quedarse con él para cuidarlo. Este argentino y español recuerda que "desde el viernes pasado escuchábamos los ladridos de un perro al igual que la gente que pasaba por aquí o los que viven en los barcos. No podíamos detectar realmente dónde estaba, y el domingo ya estábamos preocupados y nos metimos en una subida entre la carretera y la calle para buscarlo. El perro ladraba y a los veinte minutos se callaba y le perdimos el rastro, pero el martes casualmente un señor que iba caminando logró detectarlo arriba en los acantilados a más de cuarenta metros de altura. Tras el rescate le hemos llevado a un veterinario, estaba repleto de pulgas, pero bien, aunque un poquito nervioso y asustado. Estaba muy deshidratado porque por lo menos ha estado cuatro días allí perdido sin tomar nada. Tiene dos collares, no sabemos de quién es ni cómo llegó allí, pero de momento nos lo vamos a quedar, aunque ya tenemos otro perro, este animal merece vivir después de lo que ha pasado, no vaya a ser que lo sacrifiquen en una perrera", ha relatado Orri, a quien a punto estuvo de morder la perrilla, que necesita un buen descanso para reponerse del susto vivido y volver a la tradicional alegría que suelen tener los canes. Aún no le han puesto nombre, pero Suerte, Valiente, Chulo, Bravo, Héroe o Alpinista, podían ser algunas propuestas. El animal todavía no ha hecho declaraciones ni relatado cómo llegó allí. Se espera a que descanse y se relaje para que ladre lo que sabe. Bienvenido, chucho. Mejor dicho, bien hallada, chuchilla.

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