Crónicas desde la Ciudad

Máter amantísima

  • El 11 de septiembre de 1891 la tormenta de relámpagos, truenos y agua que recorrió España de Noroeste a Sur descargó violentamente sobre la provincia de Almería en una triste jornada de miedo y luto

SI en una encuesta preguntásemos por la estatua que preside la parte inferior de la rambla Federico García Lorca, la inmensa mayoría de almerienses no sabría que contestar. A lo sumo, una minoría respondería vagamente que se trata de "una madre ahogada con sus hijos". No sabe cuándo, cómo ni por qué. Nada de símbolos, nada de alegorías. Y si descendemos en la edad de los consultados el resultado es descorazonador. No es cuestión de señalar responsables, pero algo deberían opinar al respecto las autoridades educativas y culturales. Hoy el desconocimiento es la estatua de La Caridad, mañana el resto del patrimonio histórico y etnográfico.

Una amenazante epidemia de cólera morbo aconsejó al Ayuntamiento suspender las Ferias de 1889 y 1890. En esta, salvo el acto cívico en memoria de Los Coloraos, las más concurridas celebraciones laico-religiosas -corridas de toros y procesión de la Virgen del Mar- acabaron como el rosario de la aurora por culpa de las (defectuosas) reses lidiadas en el coso de Vílches y el robo en Santo Domingo las joyas de la Patrona. De ambas circunstancias se valió la Niña Dormida, una bruja despreciable, para pronunciar una maldición a modo de castigo divino: la ciudad lloraría una enorme desgracia. Supersticiones al margen, el 11 de septiembre de 1891 tomó asiento entre las páginas negras de nuestra historia contemporánea.

Las víctimas

Las oscuras nubes que cubrían el "rincón de las panochas" se rasgaron como dicen que se abrió el cielo cuando crucificaron al Nazareno: 160 litros aproximadamente caídos en tres horas, que se dice pronto. Las ocho de la mañana serían cuando se enseñoreó la pena y muerte civil: ni vidas ni haciendas respetó la inundación. Todas las ramblas -de Amatisteros e Iniesta a las de Belén y La Chanca- salieron desbordadas en un revoltijo cruento de carros y caballerías, árboles y enseres domésticos. Desde los montes cercanos descendió la tromba por las céntricas calles Antonio Vico, Regocijos y Alfareros confluyendo en Puerta de Purchena, para desde aquí, a modo de distribuidor, seguir su marcha por Paseo, Tiendas, rambla del Obispo y laterales abajo tratando de ganar el mar. Hoy hace justo 119 que sufrieron sus efectos viviendas, comercios y edificios públicos: Aduana, Fábrica del Gas, Matadero, Hermanita de los Pobres, Compañía de María...

La prensa adelantaba sin precisar los muertos cobrados por las cenagosas olas. El listado inconcluso lo aporté al congreso "La crisis del fin de siglo en la Provincia de Almería. El desastre del 98", organizado por Diputación e IEA y coordinado por Celestina Rosalén y Rosa María Úbeda. Ahora estamos en disposición de ofrecer el número exacto de inscritos (sección de Defunciones, tomo nº 52) en el Registro Civil. Al margen de ellos, el mar se "tragó" más víctimas pero no las devolvió todas. Como causa de la defunción se señala: "Asfixia por inmersión durante la riada del pasado día 11". Fueron enterrados (del 12 al 17 de septiembre) en el cementerio de San José, sin especificación de tumba o nicho, 3 bebés, 2 jóvenes y 9 adultos:

-Josefa García Márquez. De 17 años de edad, soltera. Pereció en el Bº Alto

-María Segura Hernández. Casada, 22 años (ésta y los tres siguientes en la Aduana (fielato) del Barrio Alto)

-Felipe Leoncio Segura. Catorce meses, hijo de la anterior

-José Enrique Rodríguez. Cuatro meses

-Francisco Orta Expósito. Cinco meses

-José Martínez Miralles. 30 años; en la Huerta de Rumí

-Ana Golvano Ortega. 85 años

-Tío Miguel Medina Barranco. 65 años, viudo; lotero ambulante

(Encontrado en la playa de esta ciudad)

-María Gálvez Pérez. 15 años, soltera; en la rambla del Obispo

-Rosa Garrido Blanes. 55 años, suegra de Andrés Ramírez

-Francisco Oliver Avellaneda. 65 años, viudo

-Andrés Ramírez Gómez. 55 años, casado con Dolores Muñoz

-María Martínez Rodríguez. De 75 años, mendiga. Fallecida en el Pilar de los Arquitos, conocida por La Curra

-María Ponce Rodríguez. De 50 años, fallecida en el Hospital:

Conmoción cerebral a consecuencia de las heridas sufridas en el aluvión del día 11 de septiembre, en Puerta de Purchena

Dos cadáveres más (se desconocen los nombres) aparecieron el día 13 y otros dos el 19 flotando sobre la playa de Las Almadrabillas.

Los héroes

A las escenas desgarradas se sucedieron otras de heroísmo por personas anónimas o publicadas. Como no es posible citar a todas (incluidos numerosos miembros de Carabineros, Guardia Civil y Municipal), muy a mi pesar me limito a unos pocos nombres:

En la Puerta de Purchena, Diego de las Heras y Antonio Ríos se lanzaron al centro del torbellino y arrebataron de las aguas a dos pobre mujeres.

En el mismo lugar, los camareros del café Suizo, Miguel Vicente y Manuel Sánchez, junto al novillero Francisco Aloy "Caldera", salvaron a otras dos a punto de fenecer.

En la rambla de Alfareros, el vecino Mariano Salmerón, luchando contra la corriente, logró sacar de su casa a cuatro criaturas pequeñas.

En el Barrio Alto (aquí murieron como mínimo cinco), Antonio del Águila (a) Salero rescató a una anciana medio ahogada en la corriente

Emilio Cabezas, titular del colegio de la calle Regocijos, la más castigada, logró evacuar en orden e ilesos a cien niños de primera enseñanza

Por último, el aguacil de la cárcel que llevaba a presencia del juez a tres presos (Andrés García, Juan Rubio y el banderillero José García "Minuto") se escapó de una muerte segura gracias al valor de estos.

La estatua

Esta mañana (aunque el artículo lo escribí ayer viernes) he depositado 20 rosas junto al monumento, como siempre. Por cierto, no estaría de más que el concejal de Medio Ambiente mandase podar el arbusto cuyas hojas impiden la visión de la placa adosada al basamento del grupo escultórico. Si confrontan apellidos y edad de las víctimas relacionadas comprobarán que no existió tal madre y dos hijos ahogados. Se trata de la representación, alegórica, de la Caridad Universal, posiblemente inspirada en la imagen yacente tallada en la silla episcopal del coro de la Catedral, obra de Juan de Orea.

Solicitada por La Crónica Meridional, la Comisión Regia responsable del encauzamiento de la rambla tras las riadas, accedió a encargarla siempre "que fuera modesta y no distrajese sensiblemente los fondos que gestionaban". No la colocaron en el centro de la plaza Circular como pedía el diario si no en el muro de la rambla, aunque mirando a la ciudad, no como ahora. Fundida en hierro por el maestro Antonio Ceballos en los Talleres Oliveros -al igual que las cartelas explicativas-, fue diseñada por el también almeriense Luis Fernández Cortés y colocada sobre una base pétrea, idea de Carlos López Redondo y del arquitecto López Rull. Sin boato ni ceremonial alguno fue inaugurada siete años después de la tragedia: el 11 de septiembre de 1898. Pese a su simbolismo y el tratarse de la primera estatua que lucía sobre el suelo almeriense, ni alcalde ni concejales -distraídos en la romería de Montserrat-, enfrentados a la Comisión presidida sucesivamente por Aguilar de Campóo y Eguilior, se dignaron acudir. ¡Cosas de Almería!

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