Crónicas desde la Ciudad

Dos apuntes truculentosCementerio de San José

  • El área metropolitana de Almería dispone de cinco cementerios municipales: San José, Cabo de Gata, El Alquián, Cuevas de los Medinas y La Cañada. El primero sustituyó al de Belén mediado el s.XIX

EL primer apunte truculento ("que sobrecoge o asusta por su morbosidad, exagerada crueldad o dramatismo") viene envuelto en la desmemoria e incumplimiento de la palabra dada por el máximo responsable municipal. Recordarán, y si no lo hacemos ahora, que al amparo de la Ley de Memoria Histórica (marco legal que permitía este tipo de iniciativas), el Grupo Socialista en el Ayuntamiento presentó en el Pleno celebrado el 2 de diciembre de 2003 una moción -aprobada por unanimidad- solicitando la erección de un monumento "dedicado a los almerienses republicanos fusilados durante la dictadura franquista". Tras injustificado ninguneo, en 2008, siendo Rafaela Abad responsable del Área correspondiente, levantaron en su lugar un desdichado templete. Ofensivo porque lo hicieron sobra fosas comunes y por la inscripción -gratuita e inapropiada- de una cita del Apocalipsis de San Juan, en las antípodas del ideario republicano de izquierdas y de su trágico final ante el paredón:

"Bienaventurados los que mueren en el Señor ya que descansarán de sus fatigas porque sus obras nos acompañan".

Sabemos quien lo permitió, pero ¿de quién fue la "brillante" idea? El desafuero recuerda a los cristianos de la "reconquista" que construían sus templos sobre las mezquitas musulmanas sólo por "xoder al moro".

Después de una fuerte contestación en Prensa, la intervención del concejal de Izquierda Unida Diego Cervantes pidiendo que se retirase de ese suelo el templete mereció esta repuesta (Sesión de 7 de noviembre 2008; transcribo del acta):

"Sr. Cervantes, usted sabe por conversaciones mías que es provisional la ubicación del templete allí… Si quiere usted que lo digamos públicamente, pues públicamente se vuelve a decir. Es exclusivamente mientras terminan las obras de la (carretera) 340, el desdoblamiento, para sacarlo fuera del cementerio".

Rematando la pieza oratoria con un: "No hay certeza en absoluto de que allí haya cuerpos enterrados de nadie". Son afirmaciones, repito, del alcalde D. Luis Rogelio Rodríguez Comendador en plenario oficial y recogidas por el Secretario, no elucubraciones mías. El desdoblamiento de la N-340 ha concluido y ya lo están dotando de los elementos ornamentales según el proyecto y mejoras incorporadas. Ni en los planos, ni sobre el terreno o en declaraciones del alcalde, del señor Megino (Área de Urbanismo), aparecen las columnas de mármol crueles para un sector de la sociedad almeriense. En caso de que no haya sido un olvido fortuito -aún subsanable-, el alcalde está obligado, y no sólo éticamente, a explicar a los ciudadanos por qué no se cumple el acuerdo del Pleno, qué lo impide o por qué se desdice a última hora. Lo contrario supondría una merma en la credibilidad del alcalde de la ciudad elegido democráticamente.

El caso Litrán

Ya me he referido con anterioridad a un hecho escandaloso, truculento, sucedido en la Almería de nuestros pecados hace más de un siglo, pero conviene recordarlo periódicamente como paradigma del cínico e hipócrita refrán de "una cosa es lo que yo diga y otra la que haga". José Litrán López (Almería, 1845-1889) estudió bachiller en el Instituto de Enseñanza Media (hoy Escuela de Artes) y la licenciatura de Medicina y Cirugía en la Universidad de Granada. Tras ejercer en Níjar regresó a la ciudad, donde se casó con Dolores Capella Meca, de acrisolada familia burguesa y pensamiento masónico por influencia familiar. Litrán se distinguió en el ejercicio de su noble profesión y como jefe de Sanidad del Puerto. Impulsor de la Tienda Asilo y de La Bienhechora, sociedad popular de socorros a la clase obrera, se apartó por un tiempo de la actividad político-republicana activa, momento en que un diario local le dedicó el siguiente párrafo: "Dedícase ahora casi exclusivamente al ejercicio de su humanitaria profesión, donde siempre le hallaron dispuesto a cooperar a los fines benéficos de todas las sociedades que existen en Almería".

Tras la caída de la 1ª República participó asiduamente en foros republicanos, masónicos y sesiones del Ateneo Cultural, en cuya sociedad obtuvo el cargo de vicepresidente y responsable de la Sección de Ciencias. Más tarde fue igualmente fundador del Centro Mercantil y de la revista La Voz Médica que se editaba antes de la constitución definitiva del Colegio Oficial de la Provincia. Sin embargo, sería en la terrible epidemia de cólera morbo que azotó a la capital y provincia en 1885 donde diera pruebas fehacientes de su abnegación y amor por la humanidad doliente, por los cientos de contagiados a los que atendió con solicitud día y noche desde su puesto del lazareto establecido en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres, en la carretera de Níjar; o bien en las casas y cuevas miserables de gran número de hombres y mujeres infectados.

Él mismo sufrió contagio, aunque su muerte se produjo a consecuencia del cáncer que le invadía, según parte del facultativo Francisco Cordero. El 24 de febrero de 1895 sobrevino el fallecimiento en su domicilio de la plaza de Bilbao (actual Manuel Pérez García), dejando viuda pero no descendencia. Narran las crónicas que a su multitudinario entierro acudieron todas las clases sociales, llenando a su paso de flores el féretro, "cosa que pocas veces se ha visto en esta localidad". El Certificado de Defunción expedido por el juez fija claramente que "a su cadáver se habrá de dar sepultura en el cementerio de esta ciudad". Aquí comienza lamentablemente el segundo de los apuntes truculentos a que me refería en el titular: la negativa del obispo a que fuese enterrado en sagrado, único espacio existente en aquellas fechas en la necrópolis de San José (al margen del cementerio propiedad del Gobierno Británico). Transcribo el párrafo con el que finalizaba en octubre del pasado año una crónica en este Diario, sin más apostillas por mi parte. Dejo a su libre albedrío y principios morales la interpretación de los hechos:

"Pero el obispo de la Diócesis, Santos Zárate, negó su inhumación dada su condición de masón: Venerable maestro de la Logia Amor y Ciencia (1887), bajo el nombre de "Danton"; y Venerable Honorario de la Logia Salmeroniana de Alhama. Después del escándalo en la prensa local, la revista italiana Giordano Bruno (nº 69, 1891) se hace eco de la execrable actitud del prelado: "Nególe la sepultura en el único cementerio que entonces había en Almería; y para no enterrar el cadáver en un campo abierto, expuesto a la voracidad de los animales, la Colonia inglesa protestante no tuvo inconveniente alguno en enterrarle en su cementerio, dando así una lección de hospitalidad y caridad cristiana al clero y a los fanáticos de Almería".

José Litrán, el hombre bueno y amigo de D. Nicolás Salmerón, aún moriría dos veces más después de muerto: al comienzo de la posguerra incivil unos no menos incivilizados fascistas (valga la redundancia) profanaron su pequeño mausoleo (en la fotografía que acompañamos se contemplan los restos del vandalismo) entre maleza del último recinto y por último con el olvido sistemático de sus propios correligionarios.

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