Crónicas desde la Ciudad

Maestro CuadraConcertino de lujo (y II)

  • De regreso obligado a Almería en 1936, Antonio Cuadra Román (Alhabia, 1910-Almería, 2004) simultaneó su carrera violinista en la Orquesta Sinfónica de Málaga con un puesto de funcionario público

NO trata de establecer paralelismos con esta u aquella localidad, pero sí de levantar acta -documentada- del excelente clima musical vivido con naturalidad en distintos escenarios de la ciudad por la mayoría de almerienses. Afición arraigada tanto a la música "culta" como a la popular, religiosa o "profana". De ésta, las más antiguas referencias nos hablan (1814, 1832) de los festejos públicos en honor de Fernando VII, compañía de tambores y chirimías de la Guardia Nacional, Banda Municipal (de las primeras en fundarse en España), hermanos Filiberto y Laureano Campra, Sexteto Sánchez y José Sánchez de la Higuera hasta llegar a los contemporáneos por todos conocidos. Por cierto, el Cincuentenario del maestro Padilla finaliza y de los actos anunciados por la concejala de Cultura, nada de nada. ¿Qué ocurre?

Y entre los elegidos, Antonio Cuadra, Primer Premio Nacional de violín del Real Conservatorio de Madrid, a la edad de 16 años. Concertino solicitado por directores de las más prestigiosas Filarmónicas del país, a quien un manto de olvido cubre tras su muerte a edad longeva. Él jamás reclamó honores ya que su modestia -excesiva modestia a mi juicio- le llevó a rechazar los focos de la fama que otros de menor rango artístico ansiaban. Pero esto no justifica la indiferencia de las entidades culturales. "Almería, su tierra, no ha hecho justicia a una personalidad de grandísimo relieve en el mundo de la interpretación musical como lo ha sido el Maestro Cuadra. Aún le debe un homenaje y su nombre en una calle almeriense". Suscribo las palabras familiares, aunque no creo que el actual Ayuntamiento esté por la labor.

Café Colón

La guerra le sorprendió encuadrado en la Orquesta Sinfónica de Madrid. Al disolverla su director, José Mª Franco, levantó la casa matritense y regresó a su Almería natal, empadronándose en la calle Lope de Vega. Movilizado por el Ejército republicano (en Valencia), al concluir el trienio bélico, casado y con una hija, debió asegurarse el presente y futuro económico, dejando a la música como pasión personal y segunda fuente de ingresos. Opositó y ganó una plaza de administrativo en el Servicio Nacional del Trigo del Ministerio de Agricultura. En sus oficinas conoció a Manuel del Águila, funcionario igualmente y amigo y a quien ayudó en la armonización de determinadas composiciones. "Tanto él como yo éramos elementos cumplidores por imperativos inevitables pero ajenos al entorno: en su mesa de trabajo y en la mía habían más papeles pautados, fusas y semi-fusas que datos o estadillos agrícolas", escribía en un obituario el añorado Manolo.

En aquel ambiente de carencias Cuadra reemprende muy pronto su carrera artística formando dueto con Rafael Barco, a quien conocía de años atrás en los fosos del teatro Cervantes y cine Hesperia (poniéndolo banda sonora al cine mudo o arropando a compañías de varietés y zarzuela) y con el que formó pareja indisoluble hasta la muerte de ambos. La primera noticia hallada anuncia su presentación en diciembre de 1942 en una tanda de conciertos en el Colón, tarde-noche, del quinteto liderado por ambos:

… Para la inauguración se ha contratado una Agrupación almeriense compuesta por profesores de reconocida solvencia y destacada personalidad artística dentro del elenco musical de nuestra población…

El emblemático café Colón abrió sus puertas en el primer decenio del siglo XX en los bajos del edificio Banesto (con acceso independiente frente al edificio de Correos) antes de trasladarse, Paseo abajo, a su emplazamiento definitivo. Pronto se convirtió en el lugar preferido por la burguesía; centro de tertulia de conservadores y republicanos en contraposición al más popular café Español. Así lo describe José Miguel Naveros en un ensayo costumbrista:

(...) Al Colón concurrían catedráticos del Instituto y de la Escuela Normal, médicos, abogados, magistrados y jueces, terratenientes y funcionarios. En el Colón había peñas políticas. En un banco al fondo, debajo del reloj, se sentaban los republicanos. La gente llamaba a este banco el "banco azul"...

El viajante de Comercio que al parecer lo montó se lo traspasó a Rogelio Castillo Zea (en 1936 cambió la propiedad a manos de Francisco Torres Ruíz). Su coquetón escenario elevado al fondo del salón, cubierto con ricos cortinajes de terciopelo verde y rojo, marcaron toda una época: la de renombradas orquestas y cantantes. La prensa local anunció a todos cuantos desfilaron por sus candilejas. Por significar a tres de ellos citemos al cubano Antonio Machín, la soprano Pilar Lorengar (anunciándose como la vocalista Loren García; con Del Águila le compuso el bolero-son Rarahú), pagándose así sus estudios de bel canto; y el pianista Cánepa, un oscuro personaje que en 1940 fue fusilado por el gobierno franquista.

El maestro fue solicitado en todas cuantas zarzuelas o compañías musicales visitaban nuestros teatros, a la par que pisaba escenarios sacros (Catedral y septenarios a la Virgen de los Dolores a toda orquesta), fiestas populares y festivales en La Alcazaba. Admirados fueron igualmente los conciertos programados -años cuarenta, teatro Apolo- por la Obra Sindical Educación y Descanso con obras suyas (están pendientes de catalogación sus "papeles"), de Albéniz, Chopín, Beethoven, Mozart, Bretón, Turina, Brahms, Listz, Haynd, Arriaza, Suppé o de su admirado Sarasate.

Formando parte de la Orquesta Alba, el Ayuntamiento ("con clara visión de su trascendencia y de su alcance cultural"… pero sin sueldo) mostró interés por oficializar un Quinteto de Cámara (antes cuarteto) coincidiendo con la inauguración de la Biblioteca Villaespesa en su primer emplazamiento del Paseo; posteriormente visitarían distintas localidades de la provincia. En su debut del 27 de enero de 1950, junto a Cuadra se sentaron Rafael Barco, de tan excelentes cualidades como pianista y compositor; Francisco Sánchez, viola, descendiente del Sexteto Sánchez y tío del maestro Padilla; Francisco Cruz, violinista segundo, antiguo profesor en la Academia de Martínez Acosta y la exquisita Pilar Cela, violonchelista de origen chileno, miembro de la Sinfónica de Murcia y a la sazón afincada en la ciudad. Apostillamos el tema dando cuenta de la creación -mediado los setenta de la centuria pasada- del Cuarteto Amigos de la Música, en el que con Barco y Cuadra militaban Emilio Leseduarte y Francisco Vicente, violín y saxo.

Sinfónica de Málaga

En tan dulce momento de madurez se encontraba cuando fue requerido por la Sinfónica de Málaga -fundada en 1945- con la categoría de violín primero y/o concertino. Bajo dos batutas actuó en sus treinta años de estancia: Perfecto Artola Prats y Octav Calleya. Dada su categoría le permitieron asistir espaciadamente -el día del ensayo general y el del concierto-, para lo cual se desplazaba a Málaga dos veces al mes en la Alsina de línea. De las Cuevas de Nerja a Torremolinos, de Granada a Aguadulce, miles de melómanos disfrutaron de su arte interpretativo con en El Trovador, Rigoletto, Madame Butterfly o Aída… ¡Y mientras los almerienses, sus paisanos, en Babia!

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