Almería

La Fiesta del Cordero acerca con el sacrificio los lazos de dos continentes

  • Una de las fechas clave del calendario musulmán se celebra con entusiasmo en todos los rincones de la provincia · La familia de Ahmed Mohtar, sarahaui y español, abrió las puertas de su casa al Diario

El Eid al-Adha, la Fiesta del Cordero, es representada por los musulmanes de todo el mundo con la ofrenda de un sacrificio animal, un cordero, como una acción de gratitud para Dios por salvar la vida de Ismael, hijo del profeta Abraham. "A Ibrahim le llegó un mensaje de Gabriel: tenía que sacrificar a su hijo Ismael. Cuando ya estaba a punto de cumplir la voluntad de Dios, en su lugar se le ofreció un cordero. De ahí parte la obligación de todos los musulmanes, reflejada en un verso del Corán, de hacer ese sacrificio". Ahmed Mohtar Mohamed, saharaui y español, lo cuenta con gran sencillez mientras prepara un auténtico té verde saharaui muy selectivo con la parsimonia y liturgia de quien es poseedor del tiempo no encerrado en horas.

El televisor frente al sofá tiene sintonizado el canal Al-Jazeera en árabe. En atención al visitante, Ahmed lo cambia por el 24 Horas de TVE. El té se espuma una y otra vez de la tetera al vaso, del vaso a la tetera; según la tradición hay que hacer tres coladas, la primera sale un poco amarga, la segunda más dulce y la última queda muy suave. Descalzos, con los pies en la alfombra, Ahmed presta atención al té, al televisor y conversa: "los saharauis decimos que el primer té es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor, y el tercero es suave como la muerte". El rito de la preparación del té es armonioso, acogedor.

Ahmed Mohtar se vino a España del campamento de refugiados saharaui de Tinduf en el año 2004, "viajé solo. Después, cuando ya tuve algunas condiciones, traje a la familia, a mi mujer y a mis cuatro hijos, dos chicos y dos chicas". Uno de ellos, Alí Ahmed, quince años de edad, asiste a la conversación. Hoy no tiene colegio porque sus compañeros han ido a Londres y él, su familia, no pueden gastar el dinero. Parece mayor, tal vez haya madurado tempranamente, antes de tiempo. Antes de residir definitivamente en Garrucha con toda la familia, estuvo acogido durante cinco veranos por familias españolas, desde que tenía ocho años dejaba el desierto, el campamento y se adentraba en una casa con agua corriente.

En el televisor aparece el encuentro del Ministro de Exteriores marroquí con el Ministro del Interior español. Ahmed Mohtar comenta que la sociedad española "es muy distinta al Gobierno español, es acogedora, es buena, es consciente de la situación, hay más de cuatrocientas asociaciones de amigos saharauis. Entiendo que se defiendan los intereses, pero ¿qué intereses, los económicos? Primero están los derechos humanos, la vida, la libertad. ¿Y hasta cuándo va a aguantar el Gobierno español el chantaje? Porque esto es un chantaje, ahora es el Sáhara, luego será Ceuta, después Melilla y después Andalucía cuando ya no tengan más problemas. Llega un momento en que esto deja de existir, cuando se elimine el problema del Sáhara o a los propios saharauis, chantajearán de otra forma. Independientemente de nuestra sensibilidad, la relación de Marruecos con España ha sido de manipulación y no puede ser ceder siempre. La política ha de tener dignidad, moral. No acabo de entender". A veces es imposible entender, incluso para los que entienden.

Alí, ¿cómo celebráis aquí la Fiesta del Cordero, es muy diferente a pasarla en el Sáhara? "No es lo mismo que de dónde es uno, de su país. Yo me he quedado hoy en casa porque mis compañeros de colegio, ya te dije, están de excursión, mis hermanos están en el colegio. Allí son tres días de fiesta, visitas a los familiares, compramos ropa nueva. Es muy diferente, aquí lo tenemos que compaginar con la vida diaria, al fin y al cabo aquí estamos". Alí Ahmed creció en el desierto, en el campamento de refugiados, "a mí me parece una vida normal, las condiciones son un poco duras, el agua no llega cuando debe y es salada, intentamos organizarnos lo mejor que podemos para mantener la higiene pero es un desierto, no abres la ducha y ya está". Quiere estudiar medicina, seguro que lo hará. Tiene la voluntad curtida en el esfuerzo.

Dabacha Alí Mohamed Fadez, mujer de Ahmed y madre de Alí, se incorpora al grupo. Viste un Melhfa, indumentaria femenina saharaui. Ahmed le ofrece un té. Ella aún habla poco español y, no obstante, se hace entender perfectamente. Explica que está cocinando el cordero y se disculpa porque no podrá quedarse en el salón durante mucho tiempo. Dabacha responde a la llamada del teléfono. Habla en árabe con una sobrina, traduce Alí. Ella, Dabacha, derrama lágrimas, el silencio retumba en la estancia, la locutora anuncia el vídeo que ha distribuido el Gobierno marroquí. Ahmed traslada al castellano que la sobrina de Dabacha le está informando de que a uno de sus hermanos lo han dado por desaparecido. El llanto de Dabacha se entiende, las lágrimas no tienen idioma distinto.

Ahmed, Técnico Superior Agrícola, trabajaba en lo que salía cuando llegó a España. Ahora, junto con su hermano, Sid Ahmed Gali han formado una empresita para hacer lo que haga falta, "pero las cosas están muy mal. Mientras podamos pagar, no tener deudas y mantenernos, todo está bien". Dabacha levanta su pena, una pena que no tiene nacionalidad, para vigilar la cocción del cordero. Hoy es un día de fiesta en la casa de Ahmed y su familia. A pesar de ello, viven pendientes de la política porque su vida y la vida de sus hijos dependen de la voluntad política de países que no han descubierto petróleo bajo la arena del desierto saharaui. Alí, quince años y futuro médico, no cree que la ONU resuelva la situación de su pueblo, ni que lo haga España, ni Estados Unidos. Le gustaría regresar algún día a El-Aiun convertida en capital de un país llamado Sáhara.

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