Almería

La vida vista desde un contenedor de basura

  • El número de personas que buscan comida entre los resíduos ha aumentado con la crisis económica ·Los sin techo han aumentado en la capital un 30%

Diariamente se ven por las calles personas cargados de bolsas, almerienses que tras un duro año hacen un sobreesfuerzo económico para poder disfrutar en su mesa de manjares casi prohibidos el resto del año. Pero hay una parte invisible, casi imperceptible de las pasadas fiestas que a la mayoría escapa.

Es toda esa gente que deambula a los cierres de los supermercados buscando algo que llevarse a la boca. Inmigrantes, ancianos, amas de casa que no llegan a fin de mes. Personas a las que se les ve en la cara la vergüenza que sienten por tener que llegar al punto de mendigar comida en un supermercado.

En un establecimiento de Aguadulce, Nieves, la encargada, cuenta las imágenes que ha visto a lo largo de su vida laboral. "He trabajado en dos supermercados, en este y en otro que está en El Ejido, y no sólo ahora, sino que antes de la crisis teníamos todas las noches varias personas esperando a que sacásemos la basura para ver que se podían llevar". " La mayoría son extranjeros, hippies y cosas así. En El Ejido había un grupo de varios rumanos que siempre esperaban en los contenedores. No nos dejaban ni tirar las cosas a la basura, ya cuando las llevábamos en el carrito nos asaltaban, alguna vez tuvimos que amenazar con llamar a la Policía para que nos dejaran tirar la comida en los contenedores", continúa Nieves.

Una de las cosas que más llaman la atención es la necesidad de estas personas que se ven avocados a esto. De hecho, el producto más demandado en la mayoría de establecimientos consultados, lo que más ansía la gente, es el pan. Aunque los embutidos también son objeto de mucha codicia.

Una señora muy mayor, que prefiere no dar su nombre, cuenta como desde la muerte de su marido, 3 años atrás, y lo nimio de su pensión, le han hecho llegar a este punto. "Pero yo estoy muy orgullosa, lo malo sería robar. Además aquí ya me conocen y muchas veces me guardan cosas, como yogures y jamón de york, que de otra forma no podría conseguir yo".

Otros de los centros neurálgicos donde se reúnen para ver la vida desde la perspectiva de un contenedor, es la calle de los Picos, donde están situados dos conocidos supermercados de la capital. "Todo esto ya ocurría antes de la crisis", nos cuenta una de la empleadas. "Todo lo que tiramos está podrido y en mal estado, y aún así se lo llevan" continúa. Este punto es confirmado instantáneamente por la carnicera: "yo sólo tiro sobras: huesos de paletilla, restos de pollo... nada que se puede aprovechar; además, como casi todo está caducado, Sanidad nos obliga a destruirlo para que no sea aprovechable. Los yogures los tiramos vacíos, todo lo tiramos roto y machacado, pero con todo, todavía lo sacan todo del contenedor para ver si se puede aprovechar algo."

La mayoría de personas que van cada día a la calle de los Picos a ver que pueden sacar del contenedor son españoles, en su mayoría de etnia gitana, y mujeres. Para eso hay que irse más al extrarradio, a pueblos como El Ejido donde la cantidad de inmigrantes es mayor. La vergüenza la dejan de lado. "Cuando hay hambre, no hay vergüenza que valga" cuenta una pareja, relativamente joven, que acaba de llevarse varias cosas de un contenedor de un supermercado.

El ritual de la calle los Picos es todos los días el mismo. A partir de las 20:00 horas se saca la basura del día. Los empleados cogen las bolsas y salen del establecimiento a depositarlas en el contenedor de al lado de las Jesutinas. Varias personas, que empiezan a llegar a partir de las 19:30 horas, aguardan a que se saque la basura y esperan pacientemente a que se depositen las bolsas en el contenedor. Luego se acercan, las sacan y las ponen el el suelo y empiezan a repartirse lo más aprovechable y a desechar lo que no quieren. "Las que se conocen entre sí suelen compartir las cosas, pero cuando va gente que no conocen cada uno va a lo suyo".

"A veces hay peleas y discusiones, sobretodo cuando ciudadanas rumanas también quieren un trozo del pastel, y al no conocerse bien con las habituales, pues hay roces y conatos de pelea y discusión por las cosas que están en mejor estado", cuenta una de las empleadas de estos establecimientos.

La mayoría de personas que acuden son familias a los que la crisis y el paro les ha venido demasiado grande y que no tienen otra salida que comer gracias a la caridad de las monjas o de algunos de los comedores que pueblan Almería. Loly Callejón, una voluntaria en una de estas instituciones sociales que tienen repartido por toda la geografía española las religiosas de la Madre Inmaculada, cuenta cómo se vive el día a día en este centro, que está situado en Almería: "Esto con la crisis se ha disparado, hay veces que se nos va de las manos. Aunque esto es un colegio, las monjitas, de su propia cuenta y viendo las necesidades que pasaban muchas familias normales, decidieron empezar a dar de comer todos los días a estas personas. Normalmente son unas 5 ó 6 familias al día, pero ayer por ejemplo vinieron 49 personas".

Una de las cosas que más llama la atención de la gente que va es que son familias que antaño, y con una situación económica más boyante, no tenían problemas para llegar a fin de mes. Pero con la actual situación, muchas familias normales se han visto avocadas a acudir a estos sitios para poder comer. "Lo que más sorprende de esta situación es que viene gente normal, familias enteras donde el padre ha sido despedido y no puede encontrar un empleo. Vienen con sus hijos. Es gente limpia, bien vestidos, trabajadores. Pero que se han visto obligados por las circunstancias a recurrir a esto" continúa Loly Callejón.

Otro de los problemas a los que se enfrentan estas familias es el día de Reyes, cuando los niños esperan con alegría e ilusión un regalo que no va a llegar. Por eso, las religiosas de María Inmaculada intentan hacer lo que pueden para que los niños que van allí a comer tengan al menos un regalo esperándoles el día de Reyes: "Les decimos que hagan una lista de juguetes, y ponemos algo de lo que han pedido" afirma Loly, que también se muestra agradecida por la forma en que los almerienses colaboran en estos momentos de necesidad y dificultad. Porque no son las grandes empresas ni los supermercados, (que como confirma Loly Callejón, la mayoría ni siquiera contestan a sus peticiones de ayuda para dar de comer a estas personas). Son las pequeñas aportaciones, los donativos que da la gente, a veces los que menos tienen. Algunos dan dinero, otros aportan comida. Lo que está claro es que sin la solidaridad de los almerienses, y las ganas de ayudar en tiempos difíciles a los que están peor que tú, nada de esto sería posible. "No tenemos más que palabras de agradecimiento para esta gente que, sin esperar nada a cambio, nos lo dan todo. Gracias a ellos, nosotros podemos ayudar". La carencia de recursos, la crisis actual en la que está sumergido el país, hace en muchas ocasiones que los integrantes de las familias se vean obligados a tomar medidas desesperadas. No sólo se mueven entre containers las personas de una clase social considerada baja, sino que cada vez son más los que esperan apostados a las puertas, principalmente de las grandes superficies, a que salgan los empleados portando las bolsas de basura.

Por eso, tanto los encargados como las personas responsables de estos locales tienen claro que no están moviéndose en un campo aislado, que es algo que sucede a diario.

Las navidades que ya han finalizado, han sido una época mala para ellos, tanto por la carestía económica que les ha llevado a indagar en los contenedores, como por los problemas a la hora de buscar para los pequeños regalos que adornen un día de Reyes.

Las ONG y entidades de ayuda han estado prácticamente desbordadas y no obstante, han contado con ayuda especial de algunos ayuntamientos y demás administraciones que no les han dejado sólos a la hora de realizar eventos para recaudar fondos.

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