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Bodas de plata en los banquillos

  • Veinticinco años después de sentarse en su primer banquillo en Viator, 'Mágico' Casas se levanta para recoger el escudo de oro de la Federación Ha llegado a entrenar en Alemania

Enumerar los equipos en los que ha estado Mágico Casas, bien como jugador bien como entrenador, es casi tan difícil como conducir el balón desde un área a la otra sin que ningún rival te la quite. Se puede hacer, pero a mitad de camino uno iría ya con la lengua fuera. Huércal, Calvo Sotelo, Teruel, Barbastro, Pechina, Dalías, Hispania, Alquián, Viator, Rayo Langejahen, Mojácar, Las Norias, Santa María del Águila, Berja, Adra, Roquetas, La Mojonera y Olula, además de repetir varios años en algunos clubes y otros que se le han hayan borrado de una memoria repleta de tácticas, pizarras, jugadores... Y, por supuesto, la selección de Almería a la que vio dos veces proclamarse campeona de Andalucía: primero en juveniles en El Colombino y después en infantiles en El Arcángel.

De los campos de tierra a los estadios de césped; de los balones de hígado de vaca a los de cuero de última generación; de las botas con las que se trabajaba, se vestía y se jugaba a las réplicas de Nike o Adidas que valen más de lo que antes cobraba un jugador profesional. Veinticinco años de banquillo en banquillo sin saber lo que es vivir el fútbol tranquilamente desde la grada o a través de un televisor, siempre en un club o en otro. La Federación Andaluza ha tenido a bien acordarse de este almeriense, que ha pasado más tiempo en los estadios de la provincia que en su propia casa, y le acaba de otorgar el escudo de oro. El banquillo de oro es lo que realmente se merece, un hombre que sería capaz de llegar con los ojos cerrados a todos los campos de Almería y que estuvo entrenando hasta en Alemania.

"Empecé con diez años a darle patadas a un balón y ahora mismo tengo setenta y aquí sigo", dice con sabiduría en cada una de sus palabras tratando de esconder que sus representantes ya le han buscado otro banquillo en el que sentarse. Y es que José Manuel, el nombre que pone en la ficha de fútbol de Mágico, quería probar la experiencia de estar un año sin entrenar, pero ni le dejan ni él mismo es capaz de desengancharse de los banquillos: "Ya me están liando otra vez, me van a hacer volver", dice deseoso aunque haciéndose el remolón.

En este cuarto de siglo vivido de campo en campo, Mágico tiene tres recuerdos muy especiales en la vitrina que es su cerebro: esos títulos con la selección de Almería y el primer torneo que reunió en La Mojonera a la flor y la nata del fútbol canterano. Pero es que, además de goles, fueras de juego, lesiones y penaltis, Casas tiene recuerdos que sus neuronas, alineadas en un 4-4-2, guardarán de por vida: "Fuimos a Los Cármenes con el Berja y nos inundaron el vestuario, tuvimos que cambiarnos sobre tablones. En Nerja nos llevaron a unas casas cercanas al campo para cambiarnos porque estaban pintando nuestra caseta", recuerda. La frase que ha marcado su carrera la deja para el final: "Si Mágico está en el banquillo, la final se gana".

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