"Degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas resultante de varios factores, incluyendo las variaciones climáticas y las actividades humanas". Así define las Naciones Unidas la desertificación, proceso al cual el Cuaderno Interdisciplinar de Desarrollo Sostenible (Cuides) de la Fundación Cajamar dedica un capítulo en su séptimo número, que vio la luz hace unos días.

Según el artículo, firmado por Fernando Tomás Maestre de la Universidad Rey Juan Carlos, las acciones encaminadas a prevenir la aparición de la desertificación son bastantes escasas. Por un lado, el uso de subsidios económicos para promover cambios en el uso de la tierra, la diversificación de las actividades humanas y el establecimiento de programas para mejorar la educación y el bienestar de las personas. Esta última actuación es de vital importancia porque es una de las principales causas del proceso en los países en vías de desarrollo. Por otro lado está el control de los efectos naturales, lo que es más complicado, pero para ello el autor cita las acciones encaminadas a reducir las emisiones de efecto invernadero y a minimizar el cambio climático.

Unos de los principales avances realizados en la última década en el estudio de la desertificación, de acuerdo al autor, es el considerar que los aspectos biofísicos y socioeconómicos de este fenómeno deben estudiarse y abordarse de forma conjunta. "Así pues, un paso fundamental que hay que dar consiste en construir los puentes necesarios para mejorar la comunicación entre científicos pertenecientes a distintas disciplinas, así como para permitir un diálogo fluido entre científicos, gestores y usuarios". Sobre esto Maestre indica que los investigadores deben tener en cuenta las limitaciones del mundo real.