Michel Houellebecq. Escritor

"No necesito entender todo para escribir poesía, en la novela sí"

  • El autor francés, considerado el más grande de la posmodernidad, presentó el sábado en Antas su última publicación 'Poesía' ante un salón abarrotado de público

Su mano derecha tiene cinco dedos y un cigarrillo entre el anular y corazón. El pitillo encendido, es una prolongación del mismo Michel Houellebecq, espectacular e imprevisible ensayista, novelista y poeta francés. Houellebecq, para algunos el escritor más grande de la posmodernidad, lleva en el cesto de los premios el Goncourt, el Prix National des Lettres, o sea, un dios de la literatura contemporánea al que han comparado con Albert Camus. Llegado el mismo sábado a Antas desde Islandia, su refugio cartujo tras la presentación de su libro en Barcelona, la conversación con Michel Houellebecq es espaciada, entre la pregunta y la respuesta caben hasta cinco caladas de su cigarro que al llevarlo a los labios de tan peculiar manera casi le oculta la cara.

- Un crítico ha escrito de usted lo siguiente: 'es depresivo, fumador compulsivo, crudo y errante provocador nato, observador vitriólico, superó varios ingresos en centros psiquiátricos hasta consagrarse como la penúltima terrible criatura de las letras francesas y el narrador de la desesperanza contemporánea'. ¿Está razonablemente de acuerdo con esta fotografía suya?

- Sí, más o menos estoy de acuerdo con ello. Hubo una etapa en que fumé menos, lo controlaba.

- Usted afirma que la felicidad no existe. ¿Está seguro?

-No exactamente. Es la normal condición del ser humano, pero puede haber pequeñas ilusiones.

- Usted se adentra en Almería con su novela La posibilidad de una isla. Además, tiene una casa por Cabo de Gata, ¿qué fue lo que le atrajo de esta tierra?

- Mi vida es muy diferente a lo que se lee en la novela, pongo distancia con mis personajes. Mi vida no es interesante. No, la novela es el fin de un gran amor y me parece un buen regalo. Almería es árida y yo no soy muy alegre.

- El cambio de apellido, de Thomas a Houellebecq, con el que firma su obra ¿es un capricho o un reconocimiento?

- Es un reconocimiento a mi abuela paterna. Se lo merece, ella fue la que me crió y educó. Fue elemental en mi vida.

- En uno de sus poemas usted dice: Es cierto que este mundo en que nos falta el aire, sólo inspira en nosotros un asco manifiesto ¿Qué le lleva a pensar que esto sea cierto?

- Puede ser que estuviese nervioso cuando escribí esto, pero usted mismo puede ser un instrumento para saberlo, ¿me comprende? No sé, no tengo justificación, es negativo, agresivo. No necesito entender todo para escribir poesía. En la novela sí, es más laboriosa.

- Diga la verdad, ¿le ha pillado desprevenido el éxito de Poesía?

- No me lo creo, es difícil creer tener éxito con la poesía

- Con qué métrica se siente cómodo en la poesía

- Soy formalista en la poesía. No sé por qué, es interesante, no sé por qué exactamente pero el idioma se mueve, es más difícil ahora. El octosílabo es perfecto.

- ¿Usted observa y escribe, o bien escribe de alma para adentro?

- Es difícil responder porque mi obra es muy extensa; la observación es un elemento imprescindible en la novela; en la poesía, el ejercicio es intimista aunque aparecen rasgos que sí, que son puramente observados de la realidad.

- ¿Qué es necesario para que la poesía sea galardonada con el premio Nobel?

- Es muy raro que se le conceda a un poeta, no sé cómo funciona lo del Nobel ni tampoco es que me interese mucho. Me interesa más la influencia que pueda ejercer en los jóvenes escritores, es más importante que el Nobel, así se sobrevive como escritor.

- Barcelona, Islandia, Antas, ¿hacia dónde va ahora?

- A París. A descansar.

Antes, en un acto organizado por Javier Irigaray, presidente de la Asociación Argaria, junto a Antonio García Soler, filólogo y escritor, director del Taller de escritura creativa de Almansa, y Antonio Muñoz Ballesta, licenciado en derecho y en filosofía, gran amigo del escritor francés, al que le dedica junto a su mujer la novela La posibilidad de una isla, Michel Houellebecq se acercó al salón de los bajos de Correos de Antas a compartir su obra y participar en la lectura de sus poemas con el público asistente que llenó el salón.

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