Días rojos

Manuel Cuesta

Amy y la autodestrucción

QUE la muerte de Amy Winehouse es una lástima y una pérdida para el mundo de la música nadie lo pone en duda. Ahora bien, no soy de aquellos que la mitificarán y la encumbrarán al universo de las estrellas del Rock o el Pop, para mí ese lugar está reservado sólo a aquellos que abandonaron este mundo viviendo ajenos a las drogas o al alcohol. Querían vivir. Y trabajaron duro y por encima de sus límites para dejar un legado póstumo a sus seguidores. Como Freddie Mercury, líder de Queen, insustituible artista, carismático, único. Se marchó demasiado pronto por culpa de una enfermedad que aún no tiene cura: el sida. Luchó hasta el final y cantó genial hasta el final. Sin embargo, Amy Winehouse compaginaba esa incomprendida senda de la autodestrucción con conciertos cada vez más mediocres. Quizá no sabía que la música, como la vida, lo dijo Jaime Gil de Biedma, iba en serio. Hasta siempre Amy.

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