HE de reconocer que no soy muy optimista de cara a la campaña que se aproxima. La plantilla actual está compuesta por una mezcla de jugadores con ambiciones y sentimientos contrapuestos difíciles de armonizar. Por un lado está la vieja guardia, las vacas sagradas, aquellos que lo tienen casi todo hecho y, sobre todo, permanecen en Almería por obligación o por algún interés extradeportivo. Éstos cohabitan con los nuevos fichajes que deberán demostrar si son capaces de adaptarse a su nuevo conjunto. Asimismo, los más jóvenes forman otro prometedor grupo, a caballo entre el filial y el primer equipo, con la obligación de asumir su nuevo rol más pronto que tarde.

Por último, conviven con todos ellos los que, desde mi punto de vista, a buen seguro darán la talla en una categoría tan complicada como la Segunda A; por ejemplo, Michel, Marcelo Silva o Ulloa. También hay que tener en cuenta el ambiente derivado de todas estas familias que humildemente he formado, para que nuestro Ortiz Bernal pueda capitanear la embarcación sin futuros sobresaltos, porque alguno ha habido ya. Por supuesto, no hay que olvidar al agitador de la coctelera, Lucas Alcaraz, que tiene la responsabilidad de preparar un combinado de Primera.